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jueves, 17 de junio de 2010
NUESTRA SEÑORA DE LOS MILAGROS, SU BELLA HISTORIA.
Historia del Milagro
Un 15 de noviembre de 1573, a orillas del Río de los Quiloazas, nacía la ciudad de Santa Fe. Su fundador, Don Juan de Garay, daba cumplimiento al mandato de abrir puertas a la tierra. Esta expresión señalaba la necesidad de establecer un puerto intermedio entre Asunción y Buenos Aires, que sirviera de escala segura para los viajeros.
Los fundadores que vinieron con Garay, eran criollos nacidos en estas tierras y le darán a la ciudad el carácter de una nueva síntesis cultural mestiza.
El naciente caserío manifiesta pronto su deseo de contar con la presencia de religiosos de la Compañía de Jesús. En 1595 los cabildantes le escriben al Padre Provincial Juan Romero, residente en Asunción, suplicándole el envío de religiosos jesuitas. Este pedido fue satisfecho recién en 1609, cuando llegaron a Santa Fe, el Padre Francisco del Valle y el Hermano Juan de Sigordia. Al año siguiente comenzará a edificarse la escuela y la iglesia que los jesuitas ocuparon hasta el traslado de la ciudad, hecho ocurrido entre los años 1651 a 1660 aproximadamente, en el sitio que actualmente ocupa.
En 1634 de paso por la ciudad rumbo a la Reducción de San Ignacio Miní, un artista de fina sensibilidad, el Hermano Luis Berger. A pedido de los Congregantes Marianos, accedió gustoso a representar la Mujer del capítulo 12 del Apocalipsis. El cuadro se llamó como la Congregación mariana: “de la Pura y Limpia Concepción”. Fue plasmada en un lienzo que mide 1,33 x 0,96 m y que actualmente se venera en el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros de Santa Fe.
El sudor milagroso
y otros milagros acontecidos.
El sol ya tomaba distancia del horizonte de islas en la fresca mañana de otoño, iluminando el humilde caserío. Era el 9 de mayo de 1636 y la pequeña Santa Fe iniciaba un nuevo día de arduas tareas.
En el templo de la Compañía de Jesús, edificado sobre uno de los costados de la plaza mayor, el Padre Rector del Colegio y de la Iglesia, Pedro de Helgueta, oraba arrodillado frente al cuadro de Nuestra Señora, como todas las mañanas. Habiendo finalizado la Misa, alrededor de las ocho horas, el Padre levantó la vista hacia el cuadro y se sorprendió por lo que creyó era humedad del ambiente condensada en la pintura. Pero pronto comprendió que el brillo tenía un origen distinto.
Incorporándose descubrió que de la mitad de la Imagen para arriba la pintura estaba totalmente seca, mientras que hacia abajo corrían hilos de agua resultantes de innumerables gotas emanadas en forma de sudor. Siguió recorriendo con la vista hacia abajo y comprobó que el caudal ya estaba mojando los manteles del altar y el piso.
Al ver el asombro del sacerdote, varias personas que aún permanecían en la iglesia se acercaron y pudieron conocer lo que estaba ocurriendo. Comenzaron a embeber aquel agua en algodones y lienzos, mientras el número de fieles y curiosos crecía junto al júbilo y las exclamaciones. Las campanas de la Iglesia no pararon de repicar, para anunciar a todo el pueblo lo que estaba sucediendo. A pocos minutos llegaron el Vicario y Juez Eclesiástico de Santa Fe (Cura Hernando Arias de Mansilla), el Teniente de Gobernador y Justicia Mayor ( don Alonso Fernández Montiel), el General Don Juan de Garay (hijo del fundador) y el escribano del Rey, Don Juan López de Mendoza.
Subido en un banco el propio Vicario tocó con sus dedos la tela del cuadro, procurando contener los hilos de agua que descendían, pero por el contrario, continuaba manando copiosamente cambiando de dirección al contacto con la mano. Esto duró algo más de una hora, como lo atestigua el acta que se conserva hasta hoy en el Santuario. También se conserva una reliquia de los algodones tocados en el sudor y que besan agradecidos todos los fieles cada 9 de mes.
En las semanas, meses y años siguientes a este milagro, comenzaron a sumarse otras numerosísimas manifestaciones del amor de Dios para con sus hijos. Las curaciones más asombrosas fueron también recopiladas por el Escribano del Rey. Así fue que los santafesinos empezaron a invocar a su Madre con el título de “Nuestra Señora de los Milagros”.
En pocos días, Monseñor Cristóbal de Aresti, Obispo de la Diócesis de Asunción del Paraguay, de la que dependía entonces Santa Fe, reconoció al sudor como auténtico milagro, pues según los requisitos establecidos por la Iglesia, se contaba con suficientes testimonios probatorios del extraordinario suceso. En tal sentido las actas labradas, la calidad y cantidad de testigos y las reliquias conservadas por la gente que seguían obrando curaciones, daban fe de ello.
Antes de cumplirse el año de este suceso, el 22 de diciembre, el propio Monseñor Aresti pudo pasar por Santa Fe, camino hacia Buenos Aires, y certificar personalmente estos acontecimientos milagrosos.
Hacia 1660 se había completado el traslado de la ciudad a unos 80 kilómetros más al sur, al sitio que hoy ocupa. Diversas razones motivaron este desplazamiento, entre las que podemos citar las periódicas inundaciones, el constante acecho de los malones de aborígenes que tenían en vilo a los pobladores y las plagas de langosta que devoraban las pocas cosechas. En la nueva ciudad, que pasó a llamarse Santa Fe de la Vera Cruz, los padres jesuitas ocuparon el mismo lugar que tenían en Santa Fe La Vieja.
El templo actual, declarado Monumento Histórico Nacional, se terminó de construir en 1670. Al cumplirse los 300 años del sudor milagroso, fue erigido como Santuario el mismo día que se realizó la Coronación Pontificia del Cuadro. A su lado se encuentra el Colegio de la Inmaculada Concepción, de fecunda y dilatada trayectoria en la educación de la juventud.
Con la expulsión de la Compañía de Jesús de las tierras españolas, y con las severas restricciones de mantener cerrados el Colegio y la Iglesia, el culto a Nuestra Señora de los Milagros se tuvo que suspender desde 1767 hasta 1862. Ante las insistencias de los congregantes y feligreses, el Cabildo permitió retirar el cuadro de la Iglesia (cerrada al público) y trasladarlo a la Iglesia Matriz (Catedral). Recién unos veinticinco años más tarde se regresó con júbilo a su altar, con la llegada de los padres Mercedarios, quienes vivieron en el Colegio y se hicieron cargo de la Iglesia. Tuvo que correr casi un centenar de años para que los Jesuitas volvieran a Santa Fe; sin embargo el amor a María y el agradecimiento a Dios por los milagros nunca se olvidaron.
"El 9 de mayo de 1936,..."
El 9 de mayo de 1936 el Papa Pío XI otorgó la Coronación Pontificia al cuadro de Nuestra Señora, cambiándolo al centro del altar mayor. Presidió la ceremonia el Cardenal Santiago Copello y vinieron fieles y jesuitas de otras regiones del país. La Santísima Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de los Milagros, fue declarada Patrona de la Provincia Argentina de la Compañía de Jesús.
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Nuestra Señora del Huerto
Virgen del Huerto
A fines del siglo XV una devota mujer de Chavarri, en la provincia de Génova, mandó pintar sobre el muro de un huerto una bella imagen de la Madre y el Niño, en señal de gratitud por haber sido salvada del flagelo de la peste
En 1493 una grave epidemia de cólera azotó a la ciudad de Génova, alcanzando la vecina localidad de Chiavari donde María Turquina Quercio, piadosa mujer del suburbio de Rupinaro, prometió a la Virgen una señal de público reconocimiento si la mantenía inmune a la peste. Señal de agradecimiento
Superado el flagelo, María Turquina encargó al artista Benedicto Borzone pintar sobre un muro del huerto ubicado entre el Palacio de Gobierno y el puerto, una imagen de la Santa Madre y el Niño junto a San Sebastián y San Roque, santos protectores de los enfermos. La imagen debía ser venerada por los transeúntes que, en su diario trajín, no tenían tiempo de entrar al templo para orar.
Poniendo todo su empeño Borzone logró expresar de manera admirable la bondad de la Santísima Virgen y la fuerza de su protección, obteniendo el bello y colorido retrato que conocemos.
Con el paso de los años el huerto fue transformado en depósito y chiquero pero la bella pintura siguió allí, manteniendo su aspecto y tonalidad y llamando poderosamente la atención de quienes pasaban por el lugar.
En 1528 la peste volvió a castigar la Liguria, abatiéndose con especial fuerza en Chavari, hecho que acrecentó la devoción por la imagen. Por esa razón, las autoridades de la ciudad decidieron construirle un altar que permitiese a los fieles inclinarse y orar ante ella.
Apariciones y milagros La noche del 18 de diciembre de 1609, Gerónima Turrio, una lavandera del barrio de Rupinaro, rezaba frente a la Virgen cuando, repentinamente, la pintura comenzó a irradiar una luz intensa. El prodigio se conoció en los alrededores y al cabo de un tiempo, cientos de peregrinos comenzaron a acudir al lugar para implorar gracias.
La fama de Nuestra Señora del Huerto se vio reforzada el 2 de julio de 1610 cuando, en horas de la mañana, se le apareció a Sebastián Descalzo, un humilde poblador de las inmediaciones, quien en esos momentos caminaba desde su casa al suburbio de Carasco, recitando sus oraciones.
Transitaba Sebastián la plaza de la ciudad cuando vio frente a sí a la Virgen bendita luciendo un hermoso manto celeste. Poco después, comenzaron los milagros. Una rajadura que atravezó el muro de un extremo a otro de la pintura, se reparó sola, sin la intervención de ningún albañil. Otro día, frente a su imagen, dos enemigos acérrimos fray Miguel Raggio y Battino Marini, se reconciliaron dándose el abrazo de la paz y al cabo de un tiempo se producían curaciones, se solucionaban diferendos y se concedían peticiones, todo por medio de la Virgen del Huerto.
Santa Patrona de Chiavari El 7 de marzo de 1634 el Consejo de Gobierno de la ciudad declaró a la Virgen del Huerto patrona de la población y del distrito de Chiávari y el 8 de septiembre el sector de la pared donde se hallaba pintada la imagen fue trasladado al Altar Mayor del santuario, inaugurado el año anterior.
En 1769 Nuestra Señora del Huerto fue solemnemente coronada con oro del Capitolio Vaticano y su iglesia entregada a la congregación de los Carmelitas Descalzos quienes la tuvieron en su poder hasta 1797, cuando al proclamar Napoleón la República Ligur, se alejaron. En 1892, instituida la nueva diócesis de Chiavari, S.S. León XIII elevó el santuario a Catedral designando dos años después a su primer obispo, Monseñor Fortunato Vinelli. El 3 de julio de 1907 San Pío X la elevó a Basílica
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Hijas de María Santísima del Huerto
En 1829 San Antonio María Gianelli, obispo de Bobbio, se inspiró frente a la sagrada imagen para fundar la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, venerable instituto que, desde Italia y España hasta Palestina y la India, pasando por América del Sur y las tierras del Congo, difundió por el mundo su sagrada devoción.
Oración a Nuestra Señora del Huerto
¡Oh, María del Huerto! Madre piadosísima, dignaos aceptar benigna la pobre ofrenda de nuestros obsequios y oraciones que, como hijos amantes, venimos a ofreceros.
Dignaos inclinar vuestros oídos a nuestras humildes súplicas para que no sea vana la confianza que en Vos ponemos, seguros de obtener de vuestro divino Hijo el perdón de nuestros pecados y el favor particular que solicitamos por vuestra poderosa mediación.
Alcanzadnos a todos la gracia de la perseverancia final, viviendo y muriendo como verdaderos hijos vuestros, para poder bendecir y alabar a Dios eternamente y ensalzar para siempre vuestras misericordias en el Huerto dichoso de la Jerusalén celestial. Amén.
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