Iglesia Nuestra Señora de las Aguas

Obra del escultor Romero de Zafra

En cercanías del cerro de Guadalupe, en tierras indígenas, se encontraba la casa de Don Juan Contreras que fue vendida en pública subasta adquiriéndola Juan Zapiain, a quien recurrió el Bachiller y Presbítero Juan de Cotrina, para construir allí una pequeña ermita bajo la advocación criolla por él creada de Nuestra Señora de las Aguas, debido tal vez a que por allí corría el río San Francisco.

En 1644 el Arzobispo Cristóbal de Torres expidió la licencia para su fundación, es así como Cotrina erigió la ermita y en su casa fundó la Congregación del Oratorio con el nombre de San Felipe de Neri, la cual no perseveró porque sus integrantes al poco tiempo abandonaron el convento; por este motivo Juan Cotrina entregó en 1665 a Fray Carlos Melgarejo, religioso de la orden de los dominicos, la ermita tal como estaba; con cuadros y siete altares de talla; además entregó el claustro y la huerta aledaña con el fin de que ellos continuaran la obra.

Diez años más tarde el donante vio que la obra no avanzaba y por el contrario estas obras se estaban desmejorando hasta el punto que se iba a trasladar la imagen de la Virgen al templo de Santo Domingo, lo que llevó Cotrina a revocar la donación realizada y como consecuencia surgió un sonado pleito ganado por los Dominicos que de ahí en adelante se preocuparon por la terminación y cuidado del templo que fue bendecido en 1.690.

El domingo de ramos siguiente a su bendición fue llevado a esta iglesia el retablo que adorna el altar mayor que data la siglo XVII y es de estilo barroco con manifestaciones de arte indígena donde predomina la decoración con frutas tropicales. El retablo de dos cuerpos presenta en el primero, santos de la orden Dominica; el segundo lo preside la imagen de Nuestra Señora de las Aguas, obra de Antonio Acero de la Cruz.

Esta iglesia es tal vez de las más sencillas en su decoración, ya que no goza de los recargos decorativos propios de la influencia barroca, por el contrario sus cuadros están dispuestos en forma distante dejando ver sus altos muros blancos sin perder su aire colonial. Aunque no abandonan en esta iglesia las tallas en madera ni las pinturas, cuenta como todas las iglesias coloniales con obras de notables artistas criollos como Gregorio Vázquez, Antonio Acero de la Cruz y Baltasar de Figuraros.

En 1802 el convento fue destinado como hospital para enfermos de viruela; entre 1854 y 1860 sirvió como hospital militar más tarde al servicio de San Vicente de Paul.

La fachada de la iglesia es bastante airosa de color blanco con siete huecos para las campanas formando una gran espadaña, en su centro y sobre la puerta principal está una hornacina albergando a la virgen. Contrastando con el blanco de sus muros se encuentran las puertas de madera en color verde y claveteadas en hierro, donde la puerta central con arco de medio punto es la única que da acceso al templo.

Como remate de la calle Avenida 19 con carrera 3ª se aprecia levemente girada esta bella iglesia, que transmite el paso del tránsito entre la urbe metropolitana y la historia de la colonia.

Texto tomado de: "Iglesias de Santafé de Bogotá" - J. M. Vargas, A. Palacio Taller 5 Centro de Diseño