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lunes, 30 de mayo de 2011

Los Mantos de la Virgen del Pilar

Los Mantos de la Virgen del Pilar


Los mantos constituyen a lo largo de los siglos la proyección de la devoción a la Santísima Virgen del Pilar fuera de la basílica. Y, aun dentro de la misma, es un manto la mejor ofrenda que, también desde siempre, ha sido hecha por sus fieles devotos.

La primera noticia que hasta el momento se posee sobre los mismos data de 1504. En su testamento, recogido en el protocolo del notario de Zaragoza Martín de la Zaida, Juan Benedic dona a la Santísima Virgen 100 sueldos para que le sea confeccionado un manto. Estamos, pues, en los albores del siglo XVI. 

Avanzado este mismo siglo, en 1577, otro protocolo notarial, el de don Pablo de Gurrea, nos ofrece ya un catálogo de 72 mantos con su descripción y tasación concretas. 

El que la tasación vaya desde los dos escudos hasta los noventa parece indicar que la donación de mantos a la Santísima Virgen no sólo provenía de clases altas, sino de todas las clases sociales.

A partir de esta fecha, se va sucediendo ya ininterrumpidamente la donación de mantos a la Virgen hasta hoy.

El más antiguo que actualmente posee la Virgen es el donado por el Cabildo en 1762, que fue confeccionado por las Madres Capuchinas de nuestra ciudad y que sigue en uso. El más moderno, hasta el momento de la confección de esta página, es el donado por los sobrinos del matrimonio fallecido Manuel Estrada y Antonia Marcos, en cumplimiento de la voluntad de los fallecidos. Ha sido donado el día 22 de Junio del 2001. Es de color blanco y tiene bordada la Sana Columna.

La colocación del manto sobre la Imagen no ha sido siempre igual. Antiguamente el manto se le colocaba a la Virgen muy alto, tanto que únicamente quedaban al descubierto las cabezas de la Virgen y del Niño. Así puede verse en un cuadro existente en la sala capitular de La Seo y en un medallón expuesto en el Museo Pilarista. 

En el siglo XVIII, según señala, entre otros autores, Mullé de la Cerda, a instancias quizá del mismo Ventura Rodríguez, se bajó lo suficiente como para dejar al descubierto casi toda la Imagen; así se colocaba hasta 1969 el manto del Cabildo el 12 de octubre de cada año. Solamente muy a finales del siglo XIX el manto comenzó a ser colocado como se encuentra en la actualidad, dejando al descubierto toda la Imagen, tapando solamente el Pilar, y no todo, pues pueden verse, por la parte inferior del manto , unos 30 cm. del mismo. 

La forma de todos los mantos es la proyección plana de un tronco de cono. La línea recta que, hallándose totalmente extendido un manto, une los vértices superiores, mide 0,47 m. Y la qué une los dos inferiores, 1,39 m. La altura total del manto es de 0,85 m., y queda reducida en los bordes laterales a 0,79m.

Cada noche, después que los silencieros invitan a los fieles a abandonar la basílica y ésta queda vacía, el capellán de la Virgen sube las escalerillas y procede devotamente a retirar de la Imagen el manto que tuvo puesto durante el día y le coloca el que lucirá al día siguiente. Éste queda sujeto al santo Pilar sobre un portamantos de duraluminio, forrado de terciopelo azul; a él se sujetan los mantos con las cintas que llevan cosidas para ello en los bordes superiores y quedan los laterales inferiores colocados hacia atrás y sujetos por el mismo portamantos.

En tiempos recientes ha habido siempre fechas durante el mes en que a la Virgen se la ha dejado sin manto. Estas fechas eran dos al mes hasta 1982: el 2 y el 12; en octubre, el 2 y el 19, pues al llevar manto el día de la festividad, se le deja sin él al terminar su octava. En la actualidad son tres: el día 2, en recuerdo del 2 de enero, en que se conmemora la venida de María en carne mortal a Zaragoza; el día 12, en recuerdo del día de su fiesta, 12 de octubre, día en el que la imagen luce el manto del Cabildo, y el día 20, como recuerdo del aniversario de la coronación canónica de la Virgen, 20 de mayo de 1905. 

El manto que viste la Virgen coincide con el color de la liturgia del día, excepto en festividades concretas o situaciones especiales. Entre las primeras pueden citarse: San Jorge, la Asunción, Cristo Rey, la Inmaculada, Navidad, Pascua de Resurrección, Santísima Trinidad, San Pedro, Santiago, Jueves y Viernes Santo, 12 -de octubre, Santa Cecilia, San Valero, etcétera. Y, como situaciones especiales, son indicativas: el triduo y fiesta de la Corte de Honor, la de la Guardia Civil, músicos, bomberos, agentes de la propiedad inmobiliaria, Adoración Nocturna, telecomunicaciones y el Jueves Sacerdotal de cada mes; o la visita de la familia real, la presentación ante la Virgen de los caballeros cadetes, el aniversario de la fundación de las Hijas de la Caridad.de Santa Ana, etcétera... Y los mantos "hispánicos" que lleva la Virgen en la fiesta nacional del respectivo país. 

El número de mantos que posee la Virgen supera en la actualidad los trescientos. Constantemente se está recibiendo nuevas donaciones. 

Los primeros donantes de los que se tiene noticia fidedigna, aparte el anteriormente citado, Juan Banedic, son casi todos ellos miembros de la nobleza. Así aparece el conde de Perelada, que " por su gran debocion a N . S´. del Pilar avía hecho donación de un Mantico " (año 1717); la condesa de Oñate, en 1834; la duquesa de Villahermosa, en 1840, tasado el manto en 7.000 reales de vellón; la condesa de Fuentes, en 1843; la duquesa de Fernán Núñez, tasado en 20.000 reales de vellón, en 1844, o cantidades de dinero para confeccionar un manto. Pero aparecen también desde el principio donantes anónimos de mantos con la simple indicación de "un devoto" (1760). 

La Santísima Virgen posee algunos mantos de mayores dimensiones. Uno de ellos es el ya citado del Cabildo, cuyos espacios libres se cubrían con joyas el día de la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, hasta 1970, año en que terminó una tradición de la que se tiene noticia al menos ya en 1702, en que el Cabildo resuelve que " se dé una joya a la Reyna N. S. y que el Sr. Dean poniéndola en Ntra. Sra. del Pilar quando venga a visitarle se tome del manto y se la dé a la Reyna ". 

Tradición que continúa en 1720, en que don Lorenzo Almenguar de la Mota regaló a la Imagen de la Virgen un pectoral de oro guarnecido con veinte esmeraldas "para en parte el adorno del manto en los días y tiempo que pareciera conveniente ". De todo ello dan fe los libros de actas del Cabildo, en los años 1702 y 1734.

Se podría analizar cada uno de los mantos de la Virgen y definir todas sus características. Tomamos como síntesis las palabras de don Juan Antonio Gracia, publicadas en la revista "El Pilar" de 26 de marzo de 1976: "Podréis admirar en unos la filigrana del bordado, en otros la riqueza del tejido, en éstos la calidad de los hilos, en aquéllos la habilidad del artesano. Quizá ya no os será tan fácil descubrir lo que hay escondido detrás de cada uno de estos retazos de tela; y, sin embargo, es necesario resaltarlo para comprender esta faceta tan popular de la devoción de un pueblo a la Santísima Virgen. Estos mantos están hechos, sobre todo, con amor. Un amor que es ofrenda o súplica, acción de gracias u homenaje, promesa o perdón".

Una sección especial la ocupan los mantos "hispánicos", así llamados porque engloban los recibidos de las naciones hispanoamericanas y Filipinas. 

Cantidades notables de mantos ya en desuso están hoy distribuídos por iglesias, capillas y familias de todos los continentes, de ordinario sobre imágenes de la Virgen del Pilar, para las que el Cabildo los regala a petición de sacerdotes y comunidades. 

Existen además los "mantos misioneros". El servicio que tienen encomendado ha sido y sigue siendo dar consuelo a los enfermos y manifestar la amorosa cercanía de la Virgen en esos momentos de dolor. 

El año 1700, enfermo Carlos II, el Cabildo acuerda el día 29 de octubre enviarle un manto de la Virgen que le acompañe en su enfermedad. El manto llega después de haber muerto el rey y el Cabildo acuerda escribir a su agente en Madrid para que hable con el confesor de la reina, a fin de que éste le comunique el envío del manto y su llegada tardía. Éste, además de esta comunicación, le entrega a la reina el manto.

El manto donado por la reina regente María Cristina viaja a Roma en febrero de 1941, para servir de consuelo en su última enfermedad a su hijo, el rey Alfonso XIII; este mismo manto fue enviado a Lausana en marzo de 1969 y bajo su amparo murió la reina Victoria Eugenia. 

En la basílica, en la misma sacristía de la Virgen, existe el libro de registro de salida. Él da fe de este amor sencillo e íntimo, profundo y sincero, de los hijos enfermos a su Madre y Señora. Ella es su consuelo y no es raro leer en las esquelas de defunción: "Falleció bajo el manto de la Virgen del Pilar".

En 1941 fueron confeccionados 500 mantos para esta misión, y para ella fueron usados, una vez pasados por la Virgen. Ahora, en 1983, han sido hechos otros 500. El deseo sigue siendo siempre el mismo: "Que no quede pueblo o ciudad de España o de las naciones hispanas sin proporcionar este beneficio a sus enfermos. Que en su lecho de muerte reciban el abrazo de Nuestra Señora del Pilar, que abra sus almas a la Fe, a la Esperanza y al Amor".

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Nuestra Señora del Huerto

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Virgen del Huerto

A fines del siglo XV una devota mujer de Chavarri, en la provincia de Génova, mandó pintar sobre el muro de un huerto una bella imagen de la Madre y el Niño, en señal de gratitud por haber sido salvada del flagelo de la peste

En 1493 una grave epidemia de cólera azotó a la ciudad de Génova, alcanzando la vecina localidad de Chiavari donde María Turquina Quercio, piadosa mujer del suburbio de Rupinaro, prometió a la Virgen una señal de público reconocimiento si la mantenía inmune a la peste. Señal de agradecimiento

Superado el flagelo, María Turquina encargó al artista Benedicto Borzone pintar sobre un muro del huerto ubicado entre el Palacio de Gobierno y el puerto, una imagen de la Santa Madre y el Niño junto a San Sebastián y San Roque, santos protectores de los enfermos. La imagen debía ser venerada por los transeúntes que, en su diario trajín, no tenían tiempo de entrar al templo para orar.

Poniendo todo su empeño Borzone logró expresar de manera admirable la bondad de la Santísima Virgen y la fuerza de su protección, obteniendo el bello y colorido retrato que conocemos.

Con el paso de los años el huerto fue transformado en depósito y chiquero pero la bella pintura siguió allí, manteniendo su aspecto y tonalidad y llamando poderosamente la atención de quienes pasaban por el lugar.

En 1528 la peste volvió a castigar la Liguria, abatiéndose con especial fuerza en Chavari, hecho que acrecentó la devoción por la imagen. Por esa razón, las autoridades de la ciudad decidieron construirle un altar que permitiese a los fieles inclinarse y orar ante ella.

Apariciones y milagros La noche del 18 de diciembre de 1609, Gerónima Turrio, una lavandera del barrio de Rupinaro, rezaba frente a la Virgen cuando, repentinamente, la pintura comenzó a irradiar una luz intensa. El prodigio se conoció en los alrededores y al cabo de un tiempo, cientos de peregrinos comenzaron a acudir al lugar para implorar gracias.

La fama de Nuestra Señora del Huerto se vio reforzada el 2 de julio de 1610 cuando, en horas de la mañana, se le apareció a Sebastián Descalzo, un humilde poblador de las inmediaciones, quien en esos momentos caminaba desde su casa al suburbio de Carasco, recitando sus oraciones.

Transitaba Sebastián la plaza de la ciudad cuando vio frente a sí a la Virgen bendita luciendo un hermoso manto celeste. Poco después, comenzaron los milagros. Una rajadura que atravezó el muro de un extremo a otro de la pintura, se reparó sola, sin la intervención de ningún albañil. Otro día, frente a su imagen, dos enemigos acérrimos fray Miguel Raggio y Battino Marini, se reconciliaron dándose el abrazo de la paz y al cabo de un tiempo se producían curaciones, se solucionaban diferendos y se concedían peticiones, todo por medio de la Virgen del Huerto.

Santa Patrona de Chiavari El 7 de marzo de 1634 el Consejo de Gobierno de la ciudad declaró a la Virgen del Huerto patrona de la población y del distrito de Chiávari y el 8 de septiembre el sector de la pared donde se hallaba pintada la imagen fue trasladado al Altar Mayor del santuario, inaugurado el año anterior.

En 1769 Nuestra Señora del Huerto fue solemnemente coronada con oro del Capitolio Vaticano y su iglesia entregada a la congregación de los Carmelitas Descalzos quienes la tuvieron en su poder hasta 1797, cuando al proclamar Napoleón la República Ligur, se alejaron. En 1892, instituida la nueva diócesis de Chiavari, S.S. León XIII elevó el santuario a Catedral designando dos años después a su primer obispo, Monseñor Fortunato Vinelli. El 3 de julio de 1907 San Pío X la elevó a Basílica

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Hijas de María Santísima del Huerto

En 1829 San Antonio María Gianelli, obispo de Bobbio, se inspiró frente a la sagrada imagen para fundar la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, venerable instituto que, desde Italia y España hasta Palestina y la India, pasando por América del Sur y las tierras del Congo, difundió por el mundo su sagrada devoción.

Oración a Nuestra Señora del Huerto

¡Oh, María del Huerto! Madre piadosísima, dignaos aceptar benigna la pobre ofrenda de nuestros obsequios y oraciones que, como hijos amantes, venimos a ofreceros.

Dignaos inclinar vuestros oídos a nuestras humildes súplicas para que no sea vana la confianza que en Vos ponemos, seguros de obtener de vuestro divino Hijo el perdón de nuestros pecados y el favor particular que solicitamos por vuestra poderosa mediación.

Alcanzadnos a todos la gracia de la perseverancia final, viviendo y muriendo como verdaderos hijos vuestros, para poder bendecir y alabar a Dios eternamente y ensalzar para siempre vuestras misericordias en el Huerto dichoso de la Jerusalén celestial. Amén.

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CULTO A LA SANTA REINA MARIA LIONZA EN SU SANTA MONTAÑA Y ALTARES