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lunes, 7 de marzo de 2011

VIRGEN DEL ROSARIO DEL POZO

La verdadera historia de la aparición

En el año 1953, la Santísima Virgen se les apareció a tres humildes niños en el Barrio Rincón de Sabana Grande, en Puerto Rico. Los niños Juan Ángel Collado, de ocho años de edad, y las hermanas Ramonita e Isidra Belén, de nueve y siete años, estudiaban en la pequeña escuela rural Lola Rodríguez de Tió, cerca del lugar en donde se dio el trascendental acontecimiento.
En aquel tiempo, no había sistema de agua potable en la pequeña población, por lo que debían buscar agua en un manantial natural (que ellos llamaban pozo) cercano a la escuela, para su consumo durante el almuerzo. El 23 de abril de 1953, a las once de la mañana, doña Josefa, la maestra, tocó la campana y los estudiantes salieron al patio para almorzar. La encargada del comedor escolar mandó al niño Juan Ángel Collado y a un compañero de clases, de nueve años, a buscar el agua.
Se internaron en el cañaveral y llegaron al pozo que quedaba a los pies de un árbol de mango. Llevaban un cubo hecho de una lata grande, para cargar el agua y una lata pequeña, para sacar el agua del manantial. El compañero de Juan se adelantó a servir el agua y, repentinamente, algo sorprendente lo asustó y comenzó a llamarlo. El agua que vaciaba en la lata grande se había llenado de muchos colores, como si un arcoiris se derramara de la latita al cubo. Al salir corriendo dejó caer la lata y el agua se derramó, dejando todos aquellos colores sobre la tierra.
El niño Juan no pudo salir corriendo, pues todo su cuerpo estaba paralizado. Se hizo entonces un silencio tan profundo que él pensó que se había quedado sordo; pero al levantar su mirada hacia la lomita, contempló a la joven más hermosa que había visto en su vida, quien lo miró intensamente a los ojos, dándole una paz inmensa. El niño sintió como si estuviera entrando en otro mundo, donde no existía el tiempo.
La joven vestía túnica blanca, manto azul, correa, sandalias y traía un broche marrón, un rosario entre sus manos y, sobre su cabeza, una corona de siete estrellas. Le sorprendió ver que la joven se mantenía suspendida en el aire, sobre una nubecita blanca, aunque era tan sólida y palpable como cualquier persona. No sabe cuánto tiempo permaneció ante aquella presencia. De momento, la joven desapareció; Juan salió corriendo hacia la escuela y no se atrevió a contar lo que había visto.
Al otro día, a las once de la mañana, tuvo un deseo inmenso de volver al pocito donde había visto a aquella joven. Invitó a varios compañeritos de clase y sólo le acompañaron las hermanas Isidra y Ramonita Belén. Cuando llegaron al pozo, ocurrió exactamente lo mismo que el día anterior: un silencio profundo, una paz inmensa y allí, de nuevo, estaba aquella joven tan hermosa, con su corona de siete estrellas y su rosario entre sus manos.
El día 25 de abril era sábado y, aún cuando no había clases, de una manera inexplicable los tres niños regresaron al pozo, guiados por un deseo muy grande de volver a ver a aquella joven suspendida en el aire, que tanta paz les daba. A las once de la mañana, se repitió lo mismo que los dos días anteriores; pero esta vez, la hermosa joven comenzó a descender, se posó sobre la tierra y se acercó a los niños y, con la voz más dulce que habían escuchado, les dijo: “NO TENGAN MIEDO, SOY LA VIRGEN DEL ROSARIO”.
Identificada como la Virgen del Rosario, la Santísima Virgen continuó su visita a ese humilde rincón, por 33 días, desde el 23 de abril hasta el 25 de mayo. A partir del quinto día, se les prohibió a los niños acercarse al pocito; entonces, la Santísima Virgen comenzó a caminar del pocito a la escuelita. Ahí, Ella actuó como una formadora, pues su principal propósito era dejar la enseñanza para la formación de una Nueva Estirpe. Durante los días de la aparición, miles de personas se congregaron en aquella colina, siendo testigos de las manifestaciones de Nuestra Madre Santísima.

Muchos milagros y curaciones sucedieron en aquella época, como lo testifican los titulares de los periódicos de esos días, y siguen sucediendo hasta la actualidad, siendo fruto de la fe del pueblo en la presencia de la Virgen del Rosario del Pozo, todos ellos con el propósito de dar testimonio de su presencia sobrenatural. Sin embargo, lo más importante y el verdadero propósito de su visita es el mensaje que Ella nos trajo y que se resume en la formación de una Nueva Estirpe de cristianos verdaderos, comprometidos a poner a Dios como prioridad en sus vidas.

Vestimenta y Simbolismos
La vestimenta de la Santísima Virgen, en su aparición en Sabana Grande, es todo un meditar sobre el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo de forma sencilla y elocuente.
La Virgen del Rosario del Pozo se corona con el tesoro de la Iglesia, que son los siete sacramentos (Bautismo, Confirmación, Penitencia, Eucaristía, Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio).

Su corona tiene siete estrellas que simbolizan también las siete virtudes (Humildad, Generosidad, Castidad, Paciencia, Templanza, Caridad y Diligencia), que nos invita a vivir y que se contraponen a los siete pecados capitales (Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza). Todos debemos vivir las siete virtudes para alcanzar un mayor crecimiento espiritual y la participación de los sacramentos nos lleva a gozar de la Gracia Divina.
Su manto azul representa la protección maternal de la Virgen a todos sus hijos. Su túnica blanca simboliza nuestro apostolado y la pureza y limpieza que debemos mantener en el alma para alcanzar el Reino de Dios.
Su rosario simboliza la oración y el sacrificio al que estamos llamados todos, para conseguir nuestra conversión interna en una búsqueda genuina de Dios y la transformación de la humanidad, que cada vez se aleja más de Él. Su broche, simboliza el pequeño reinado de María sobre hombres y mujeres que, saliendo de la indiferencia, deciden ayudar a nuestra Madre Santísima para que las almas regresen a Dios. Su cinturón, simboliza la obediencia que debemos a la Iglesia Verdadera. Su sandalia, simboliza la diligencia con la que debemos obrar, para que el propósitO

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Nuestra Señora del Huerto

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Virgen del Huerto

A fines del siglo XV una devota mujer de Chavarri, en la provincia de Génova, mandó pintar sobre el muro de un huerto una bella imagen de la Madre y el Niño, en señal de gratitud por haber sido salvada del flagelo de la peste

En 1493 una grave epidemia de cólera azotó a la ciudad de Génova, alcanzando la vecina localidad de Chiavari donde María Turquina Quercio, piadosa mujer del suburbio de Rupinaro, prometió a la Virgen una señal de público reconocimiento si la mantenía inmune a la peste. Señal de agradecimiento

Superado el flagelo, María Turquina encargó al artista Benedicto Borzone pintar sobre un muro del huerto ubicado entre el Palacio de Gobierno y el puerto, una imagen de la Santa Madre y el Niño junto a San Sebastián y San Roque, santos protectores de los enfermos. La imagen debía ser venerada por los transeúntes que, en su diario trajín, no tenían tiempo de entrar al templo para orar.

Poniendo todo su empeño Borzone logró expresar de manera admirable la bondad de la Santísima Virgen y la fuerza de su protección, obteniendo el bello y colorido retrato que conocemos.

Con el paso de los años el huerto fue transformado en depósito y chiquero pero la bella pintura siguió allí, manteniendo su aspecto y tonalidad y llamando poderosamente la atención de quienes pasaban por el lugar.

En 1528 la peste volvió a castigar la Liguria, abatiéndose con especial fuerza en Chavari, hecho que acrecentó la devoción por la imagen. Por esa razón, las autoridades de la ciudad decidieron construirle un altar que permitiese a los fieles inclinarse y orar ante ella.

Apariciones y milagros La noche del 18 de diciembre de 1609, Gerónima Turrio, una lavandera del barrio de Rupinaro, rezaba frente a la Virgen cuando, repentinamente, la pintura comenzó a irradiar una luz intensa. El prodigio se conoció en los alrededores y al cabo de un tiempo, cientos de peregrinos comenzaron a acudir al lugar para implorar gracias.

La fama de Nuestra Señora del Huerto se vio reforzada el 2 de julio de 1610 cuando, en horas de la mañana, se le apareció a Sebastián Descalzo, un humilde poblador de las inmediaciones, quien en esos momentos caminaba desde su casa al suburbio de Carasco, recitando sus oraciones.

Transitaba Sebastián la plaza de la ciudad cuando vio frente a sí a la Virgen bendita luciendo un hermoso manto celeste. Poco después, comenzaron los milagros. Una rajadura que atravezó el muro de un extremo a otro de la pintura, se reparó sola, sin la intervención de ningún albañil. Otro día, frente a su imagen, dos enemigos acérrimos fray Miguel Raggio y Battino Marini, se reconciliaron dándose el abrazo de la paz y al cabo de un tiempo se producían curaciones, se solucionaban diferendos y se concedían peticiones, todo por medio de la Virgen del Huerto.

Santa Patrona de Chiavari El 7 de marzo de 1634 el Consejo de Gobierno de la ciudad declaró a la Virgen del Huerto patrona de la población y del distrito de Chiávari y el 8 de septiembre el sector de la pared donde se hallaba pintada la imagen fue trasladado al Altar Mayor del santuario, inaugurado el año anterior.

En 1769 Nuestra Señora del Huerto fue solemnemente coronada con oro del Capitolio Vaticano y su iglesia entregada a la congregación de los Carmelitas Descalzos quienes la tuvieron en su poder hasta 1797, cuando al proclamar Napoleón la República Ligur, se alejaron. En 1892, instituida la nueva diócesis de Chiavari, S.S. León XIII elevó el santuario a Catedral designando dos años después a su primer obispo, Monseñor Fortunato Vinelli. El 3 de julio de 1907 San Pío X la elevó a Basílica

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Hijas de María Santísima del Huerto

En 1829 San Antonio María Gianelli, obispo de Bobbio, se inspiró frente a la sagrada imagen para fundar la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, venerable instituto que, desde Italia y España hasta Palestina y la India, pasando por América del Sur y las tierras del Congo, difundió por el mundo su sagrada devoción.

Oración a Nuestra Señora del Huerto

¡Oh, María del Huerto! Madre piadosísima, dignaos aceptar benigna la pobre ofrenda de nuestros obsequios y oraciones que, como hijos amantes, venimos a ofreceros.

Dignaos inclinar vuestros oídos a nuestras humildes súplicas para que no sea vana la confianza que en Vos ponemos, seguros de obtener de vuestro divino Hijo el perdón de nuestros pecados y el favor particular que solicitamos por vuestra poderosa mediación.

Alcanzadnos a todos la gracia de la perseverancia final, viviendo y muriendo como verdaderos hijos vuestros, para poder bendecir y alabar a Dios eternamente y ensalzar para siempre vuestras misericordias en el Huerto dichoso de la Jerusalén celestial. Amén.

VIDEO SOBRE LA TUMBA DE JESUS EN DONDE FUE FABRICADA LA IGLESIA DEL SANTO SEPULCRO

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ESPIRICONTIGO

CULTO A LA SANTA REINA MARIA LIONZA EN SU SANTA MONTAÑA Y ALTARES