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martes, 14 de diciembre de 2010

MONOGRAFIA DEL LIBERTADOR SIMON BOLIVAR

MONOGRAFÍA
Muerte de Simón Bolívar
Integrantes:
-Melanie Torres
-Alegna Yanes

Caracas, 1de julio de 1999

Dedicatoria

Principalmente quisiéramos dedicarle esta monografía al Ilustre Simón Bolívar; ya que para nosotros es mas que un Libertador, es un ídolo y héroe, quien lucho contra todo para dejar no solo a su país natal en libertad sino a muchos de los países de Latino América, sin importarle su vida y lo mas importante de todo siguiendo hasta el fin con sus ideas y creencias.

Tambien quisiéramos agradecer a toda la coordinación de Sociales y en especial a la profesora Alicia Silva, quien durante todo este año escolar nos enseño la maravillosa vida que tuvo nuestro Libertador.

Finalmente agradecemos a todos nuestros compañeros del salón, ya que sin su apoyo no hubiésemos podido conocer tanto sobre nuestra historia.

Prologo

Este trabajo surgió de la Profesora Alicia Silva, quien nos pidió una monografía sobre cualquier aspecto de la vida de Bolívar, para así motivarnos a la investigación acerca de tan brillante ser humano.

Nosotras decidimos escoger el aspecto de la muerte de Bolívar ya que nos pareció algo de suma importancia, debido a que casi siempre se estudian los acontecimientos que suceden mientras el personaje esta en plena juventud y se le da menos importancia a sus últimos días.

La finalidad de este trabajo fue demostrar que Simón Bolívar hasta en sus últimos momentos fue una persona lucida y lo suficientemente inteligente como para escribir su ultima proclama.

S I M Ó N B O L í V A R
El padre de la Patria

Bolívar, Simón (1783-1830), militar y político sudamericano, se convirtió desde 1813 en el máximo conductor de la revolución que culminó con la independencia de Sudamérica, por lo que es conocido como el Libertador.

Nació en Caracas (Venezuela) el 24 de julio de 1783, en el seno de una familia de ricos criollos, los Bolívar y Ponte-Palacios y Blanco. Estudió de manera no convencional con maestros como Andrés Bello y Simón Rodríguez, pero fue éste quien en su etapa caraqueña contribuyó en más alto grado a forjar la personalidad de Bolívar.

Viajes a Europa

Con el grado de subteniente viajó a Madrid, donde residían sus tíos maternos. Allí, el joven Simón, de apenas 19 años de edad, contrajo matrimonio con María Teresa del Toro y Alayza (26 de mayo de 1802), y pronto regresó a Caracas para dedicarse a la agricultura en las haciendas heredadas de sus mayores.
A la muerte de su esposa, a escasos ocho meses de matrimonio (22 de enero de 1803), Bolívar emprendió un nuevo viaje a España, esta vez más consciente de la necesidad de un aprendizaje a fondo. Profundizó sus estudios con la orientación del sabio marqués Gerónimo de Ustáriz, quien le introdujo en la lectura de los clásicos antiguos y modernos, de los filósofos y de los grandes pensadores.

Bolívar viajó a través de España, Francia e Italia. En el Monte Sacro, en Roma, juró libertar a su patria (15 de agosto de 1805). De vuelta en Caracas en junio de 1807, conspiró contra el régimen realista. El 19 de abril de 1810 los criollos destituyeron al gobernador y capitán general Vicente Emparán, integrando una Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, eufemismo tras el que se ocultaban verdaderas intenciones de independencia política. Con el grado de coronel, Bolívar fue en misión diplomática a Londres, donde consiguió inclinar las simpatías del gobierno británico hacia la revolución venezolana. En esa misma capital inglesa se entrevistó con Francisco de Miranda y lo invitó a regresar a Venezuela

Últimos años

Ya en Venezuela, indultó a los comprometidos en La Cosiata y sostuvo en el cargo de jefe superior civil y militar a Páez (1 de enero de 1827). Reformó los estatutos de la Universidad de Caracas y se dirigió a Bogotá (5 de julio). Bolívar no regresó nunca a Venezuela.

Disuelta la Convención de Ocaña (9 de abril-10 de junio de 1828), Bolívar dictó el Decreto Orgánico de la Dictadura (27 de agosto) y eliminó la Vicepresidencia de Colombia, con lo cual Santander quedaba sin autoridad. Ello condujo al atentado contra la vida del Libertador del 25 de noviembre de aquel año. Si se salvó físicamente, gracias a la intervención de su amante Manuela Sáenz, moralmente quedó muy afectado.

Bolívar renunció ante el último Congreso de Colombia (27 de abril de 1830), y partió de Bogotá once días más tarde hacia Cartagena. Allí recibió, el 1 de julio, la noticia del asesinato de Sucre, ocurrido en Berruecos (4 de junio).

Esto terminó por minar la ya resentida salud del Libertador, quien llegó a Santa Marta el 1 de diciembre para trasladarse luego a la quinta San Pedro Alejandrino, su última morada. Rodeado de muy pocos amigos dictó el testamento y su última proclama el 10 de diciembre; y atendido por el médico Alejandro Próspero Revérénd murió el 17 de diciembre de 1830. Doce años más tarde (1842) sus restos mortales fueron trasladados a Caracas. Su inhumación en el Panteón Nacional tuvo lugar el 28 de octubre de 1876.

MONOGRAFÍA
Muerte de Simón Bolívar

La muerte, misericordiosa, le sorprende en San Pedro Alejandrino, una hacienda cercana a Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Su última proclama, firmada el día 10, después de haber recibido los auxilios espirituales de un sacerdote, es un elocuente testimonio de su grandeza, de su desprendimiento y de la rectitud de su espíritu. Es, también, y sobre todo, un legado donde señala rumbos hacia el futuro."

Los pueblos que liberó su espada conservan la esperanza de que sus hombres revivan el espíritu de Simón Bolívar y culminen su obra.

Los malentendidos entre Colombia y el Perú conducen a una guerra, concluida felizmente, después de la batalla de Tarqui, con la afirmación de Sucre de que la justicia de su causa era la misma antes que después de la victoria. Se convoca a un nuevo congreso, que se reúne en Boyacá en la apoteósica entrada en Caracas enero de 1830 y que la elegante precisión del verbo bolivariano denomina infructuosamente "Admirable"). Lo preside Sucre, quien realiza los mayores esfuerzos por lograr la reunificación con Venezuela. Todo resulta inútil. El destino ha marcado su signo.

El proceso es fatal. Sucre es asesinado el 4 de junio en la montaña de Berruecos, cuando regresaba a su hogar rumiando amargas preocupaciones. Por otra parte, el Congreso de Venezuela, temeroso de que la presencia del Libertador volviera a disipar los proyectos separatistas, pone como condición a todo diálogo su exclusión del territorio nacional: es el más duro de los ultrajes y el más triste de los hechos históricos de nuestra República.

El congreso colombiano, a su vez, le acepta la renuncia; designa un nuevo presidente que no asume por lo pronto el poder; el general Rafael Urdaneta, se hace cargo del gobierno el 5 de septiembre, instando al Libertador a volver. Este, que se halla en ruta a la costa atlántica con el propósito de pasar a Europa, encuentra en el deterioro de su quebrantada salud el desenlace de su ciclo vital.

Le da hospitalidad en la quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta, un hidalgo español, Joaquín de Mier; y lo atiende en su última enfermedad un médico francés, Alejandro Próspero Reverend, que ganó con su afecto por el noble paciente la gloria de la inmortalidad. Historiadores médicos discuten hoy acerca del tratamiento que indicó Reverend: lo cierto es que ya la inmensidad de la figura y de la obra de Bolívar no cabían en el escenario de su vida.

Sabía que iba a morir, se preparó dejando un mensaje inolvidable en el que sus últimos deseos los expresaba y el sacrificio de su existencia lo ofrecía, para recomendar el mantenimiento de la unión grancolombiana. El obispo José María Esteves, de Santa Marta, y el cura de Mamatoco, Hermenegildo Barranco, le dieron los últimos auxilios religiosos. Falleció el 17 de diciembre de 1830. Tenía solamente 47 años: pero ya resonaba la frase del elocuente Choquehuanca, quien desde el Perú había pronosticado: "con el tiempo crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina".

Sus restos, inhumados solemnemente en la catedral de Santa Marta, fueron trasladados a la catedral de Caracas en 1842, en apoteosis presidida por el general Páez y narrada en párrafos neoclásicos por Fermín Toro. De la catedral pasaron, en el gobierno de Guzmán Blanco, al Panteón Nacional, un templo donde predomina la afirmación de su grandeza. En medio de su increíble actividad, la soledad de su espíritu se resentía de la falta de un verdadero amor.

El recuerdo de la esposa muerta lo acompañaba siempre. Comprendía que, tal vez, si ella hubiera vivido, su destino heroico no se habría cumplido (se le atribuye la expresión de que no habría pasado de ser "alcalde de San Mateo"); pero el vacío que ella había dejado en su existencia no pudo llenarlo con las aventuras galantes, con encuentros furtivos, ni siquiera con manifestaciones de afecto, entremezclado con veneración, por más que provinieran de mujeres hermosas, inteligentes o sensibles.

Solamente una quiteña, Manuela Sáenz, de espíritu atrevido, pasando por encima de las normas sociales y provocando inevitables reacciones, al entregarse a él con irrefrenable vehemencia, llegó muy cerca de su corazón. No fue una mera relación carnal la que existió entre ellos: aquélla a la que llamó "sublime loca") le dio aliento de vida, y vino a convertirse en "libertadora del Libertador" cuando salvó su vida en el atentado septembrino, distrayendo a los conjurados mientras el Libertador se ponía a salvo. Los años finales de Manuela después de la partida y muerte dei amado, fueron un triste epílogo de su participación en la tragedia bolivariana.

No logró el Libertador consolidar en los nuevos estados la vida institucional. En su último año llegó a exclamar, en mensaje al Congreso: <

Pero no. No había arado en el mar. Su figura continúa agigantándose, por encima de todos sus contemporáneos en el ámbito de su acción. El estudio de su pensamiento lo califica como uno de los más geniales visionarios del acontecer político y uno de los más brillantes cultores de la filosofía del estado, a la vez que uno de los más profundos conocedores de las realidades de los pueblos. Para las naciones que libertó-Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá es y será Padre de la Patria. Para toda Latinoamérica, su voz es mensaje y su figura es prototipo de las aspiraciones generosas.

En bronce o mármol, se encuentra en las principales plazas de las ciudades y pueblos de las repúblicas hijas de su espada. Su figura heroica campea en muchas capitales del mundo. Lima, Caracas,Bogotá, Quito, La Paz y Panamá no son las únicas: también, entre otras, Buenos Aires, México, Río de Janeiro, Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico, Tegucigalpa, Guatemala; le hallamos en Puerto España y Kingston, en Nueva York y Washington, en Roma y París, Londres y Madrid, además de muchas otras ciudades como Cádiz, Garachico (Canarias), Trujillo (Perú), Arequipa, etc. Su nombre distingue una nación (Bolivia), un estado de Venezuela, numerosos distritos jurisdiccionales y diversas ciudades (en Venezuela, en la Argentina, en los Estados Unidos); es epónimo de universidades y liceos, así como de numerosas sociedades e instituciones.

El adjetivo "bolivariano" ha entrado, por él, al diccionario. Son incontables los libros que recogen su pensamiento o que se ocupan de su vida y de su obra; ha servido de inspiración a historiadores y poetas, a escultores y músicos, y hasta una ópera, estrenada en París, ha sido compuesta con su figura como tema. Maestro de maestros, su pensamiento ha servido de inspiración a pensadores y estadistas.

Y está vigente la hipérbole del insigne uruguayo José Enrique Rodo: " (...) si el sentimiento colectivo de la América libre y una no ha perdido esencialmente su virtualidad, esos hombres, que verán como nosotros en la nevada cumbre del Sorata la más excelsa altura de los Andes, verán, como nosotros también, que en la extensión de sus recuerdos de gloria nada hay más grande que Bolívar".

Testamento de Simón Bolívar

Testamento de su excelencia, Santa Marta, 10 de diciembre de 1830

En nombre de Dios todo Poderoso. Amén. Yo, Simón Bolívar, Libertador de la República de Colombia, natural de la ciudad de Caracas en el Departamento de Venezuela, hijo legitimo de los señores Juan Vicente Bolívar y María Concepción Palacios, difuntos, vecinos que fueron de dicha ciudad, hallándome gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, bajo cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte, como Católico fiel Cristiano, para estar prevenido cuando la mía me llegue con disposición testamental, bajo la invocación divina, hago, otorgo y ordeno mi Testamento en la forma siguiente:

  1. Primeramente encomiendo mi Alma a Dios nuestro Señor que de la nada la crió, y el cuerpo a la tierra de que fue formado, dejando a disposición de mis Albaseas el funeral y entierro, y el pago de las mandas que sean necesarias para obras pías, y estén prevenidas por el gobierno.

  2. Declaro: fui casado legalmente con la Sra. Teresa Toro, difunta, en cuyo matrimonio no tuvimos hijo alguno.

  3. Declaro: que cuando contrajimos matrimonio, mi referida esposa, no introdujo a el ninguna dote, ni otros bienes, y yo introduje todo cuanto heredé de mis padres.

  4. Declaro: que no poseo otros bienes mas que las tierras y minas de Aroa, situadas en la Provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles, las cuales existen en poder del Sr. Juan de Francisco Martín vecino de Cartagena.

  5. Declaro: que solamente soy deudor de cantidad de pesos a los señores Juan de Francisco Martín y Poules y Compañía, y prevengo a mis Albaseas que estén y pasen por las cuentas que dichos Señores presenten y las satisfagan de mis bienes.

  6. Es mi voluntad: que la medalla que me presentó el Congreso de Bolívia a nombre de aquel pueblo, se le devuelva como se lo ofrecí, en prueba del verdadero afecto, que aún en mis últimos momentos conservo a aquella República.

  7. Es mi voluntad: que las dos obras que me regalo mi amigo el Sr. Gral. Wilson, y que pertenecieron antes a la biblioteca de Napoleón tituladas "El Contrato Social" de Ruseau y "El Arte Militar" de Montecuculi, se entreguen a la Universidad de Caracas.

  8. Es mi voluntad: que de mis bienes se le den a mi fiel mayordomo José Palacios la cantidad de ocho mil pesos, en remuneración a sus constantes servicios.

  9. Ordeno: que los papeles que se hallan en poder del Sr. Pavageau, se quemen.

  10. Es mi voluntad: que después de mi fallecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi país natal.

  11. Mando a mis Albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba del amor que siempre he profesado al espresado Gran Mariscal.

  12. Mando a mis Albaceas se den las gracias al Sr. Gral. Roberto Wilson por el buen comportamiento de su hijo el Coronel Belford Wilson, que tan fielmente me ha acompañado hasta los últimos momentos de mi vida.

  13. Para cumplir y pagar este mi textamento y lo en el contenido, nombro por mis Albaceas textamentarios, fidei comisarios, tenedores de bienes a los Sres. Gral. Pedro Briceño Méndes, Juan de Francisco Martín, Dr. José Vargas, y el Gral. Laurencio Silva, para que de mancomún et insolidum entre en ellos, los beneficien y vendan en almoneda o fuera de ella, aunque sea pasado el año fatal de Albaceasgo pues yo les prorrogo el demás tiempo que necesiten, con libre franca, y general administración.

  14. Y cumplido y pagado este mi textamento y lo en el contenido instituyo y nombro por mis únicos y universales herederos en el remanente de todos mis bienes, deudas, derechos y acciones, futuras sucesiones en el que haya sucedido y suceder pudiere, a mis hermanas María Antonia y Juana Bolívar y a los hijos de mi finado hermano Juan Vicente Bolívar, a saber, Juan, Felicia y Fernando Bolívar, con prevención de que mis bienes deberán dividirse en tres partes, las dos para mis dichas hermanas, y la otra parte para los referidos hijos de mi indicado hermano Juan Vicente, para que lo hayan, y disfruten con la bendición de Dios.

Y revoco, anulo, y doy por de ningún valor ni efecto otros testamentos, codicilos, poderes y memorias que antes de este haya otorgado por escrito, de palabra o en otra forma para que no prueben ni hagan fe en juicio, ni fuera de el, salvo el que presente que ahora otorgo como mi ultima y deliberada voluntad, o en aquella vía y forma que mas halla lugar en derecho. En cuyo testimonio así lo otorgo en esta hacienda San Pedro Alejandrino de la comprensión de la ciudad de Santa Marta a diez de diciembre de 1830.

Y su excelencia el otorgante a quien yo, infrascrito, Escribano Publico del Número certifico que conozco, y de que al parecer está en su entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, así lo dijo, otorgó y firmó por ante mí en la casa de su habitación, y en éste mi Registro Corriente de Contratos Públicos siendo testigos los S.S.: Gral. Mariano Montilla, Gral. José María Carreño, Coronel Belford Hinton Wilson, Coronel José de la Cruz Paredes, Coronel Joaquín de Mier, Primer Comandante Juan Glenn y el Dr. Manuel Pérez Recuero, presentes.

Ante mí, José Catalino Noguera, Escribano Público.

Muerte del Libertador.
Última proclama del Libertador

Simón Bolívar,
Libertador de Venezuela, etc.

A los pueblos de Colombia

Colombianos:

Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiábais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.

Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.

¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.

Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830. 20º.

Simón Bolívar

ANEXOS:


Miniatura de Madrid-1799


Autor anónimo, Haití-1816


Jaime Santibañez,
Cartago, 1.829

Firma del Libertador

LA MORTAJA DEL LIBERTADOR FUE PRESTADA:

Por el profesor Juan de Dios Sanchez
Asesor historico del:
Ministerio de la Defensa,
República de Venezuela
JUNIO DE 1.999


Al buscar en las cosas extrañas o simplemente increíbles que acompañaron el transito final del Libertador, prisionero entre las cuadradas formas de la Quinta de San Pedro alejandrino, en la hermosa ciudad colombiana de Santa Marta hay dos realidades que nos acompañan.

El hombre que dio la libertad a medio hemisferio americano murió en casa ajena y con camisa prestada. Ajena la casa y aunque propiedad de un caballero español, no pudo sentirse ni en su propia casa ni en el país ni en donde la ciudad donde nació.

Aquella casa, la casa de los mier, ha debido mover su alma más que todas las que antes vio y en las que vivió

En cuanto a la camisa se tiene como seguro que perteneció al general venezolano, nacido en la ciudad de El Tinaco, Estado Cojedes José Lauriano Silva, uno de los lideres del tiempo de la emancipación y quien para el momento, (1830) el grado de general de División al que había ascendido después de la acción militar del Pórtete de Tarquí en que las tropas ecuatorianas comandadas por Sucre derrotaron a las peruanas lideradas por La Mar.

1830 fue un año de terrible momentos: era el final de ciclo heroico y Sucre ya había muerto Bolívar lo acababan las fiebres y las tristezas pero, por esos momentos estelares de la vida de los hombres, la historia se detiene sobre la cabeza de Silva y lo señala para que sea un símbolo eterno de lealtad al hombre y de todos los pueblos.

La mañana moría y empezaba la tarde del diecisiete de diciembre de 1830y al no llegar el oxigeno al celebro de Bolívar expiró. A lo ignoto voló aquel espíritu superior pero los despojos humanos, atados a la tierra, estaban desnudos y solitarios sobre el lecho de muerte.

No había ropajes de lujo como otrora, nada de sedas ni linos para vestir al más grande de los hombres. Rodean al Libertador puros hombres y Bolívar no tiene camisa con que amortajarlo. La que tiene puesta está rota dice Reverend. Esto quizás sea un ejemplo para que las generaciones posteriores al Libertador superen la injusticia que se agolpó sobre la cabeza de quien liberó seis naciones.

Bolívar el que nació en cuna de oro, al que le sobraban vestidos y sirvientes se enfrentaba siendo ya un despojo humano al duro trance de ser enterrado con una camisa rota y raída... Pero Silva, en posición que lo eterniza, con piedad, con respeto al comandante de todos los días y de todos los tiempos, con sentido de servicio, fiel, obediente, atento subalterno, trae una de sus camisas y amortajan al Libertador.

Nadie puede saber que sintió Silva. Estaba cumpliendo uno de los deberes como Albacea del muerto inolvidable.

Y a la historia pasa, como los bíblicos ayudantes de Jesús, la figura de Silva cumpliendo más allá de todo su deber y su amistad.

Bibliografía

-Caldera, Rafael. Caracas. Maravillosa Venezuela
Circulo de lectores de Caracas.

-Enciclopedia Interactiva, Microsoft Encarta 98.

-Direcciones utilizadas de Internet:

Luces de Bolívar en la Red, ULA
BitBlioteca, Analítica,com
Simón Bolívar, el Hombre

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