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martes, 1 de junio de 2010
CACIQUES DE LA REPUBLICA DE BOLIVIA, EL GRAN CACIQUE CANICHANA
Imagenes para HI5
En 1792, llegó a Moxos el gobernador Miguel Zamora y Triviño, en reemplazo de Lázaro de Rivera, el gobernador ilustrado que denunció ante las autoridades españolas el trato que recibían los indígenas por parte de los curas doctrineros tras la expulsión de los jesuitas. Zamora cometió tales excesos en contra de los indígenas; éstos, encabezados por el cacique canichana Juan Maraza, lo expulsaron.
El siguiente gobernador, Pedro Pablo de Urquijo, tomó en cuenta la autoridad que tenía Maraza no sólo sobre los canichana, sino también en otras etnias como los cayuvava y los movima, concertó una suerte de alianza con el cacique. El poder de Maraza en la región era muy grande. Los informes de los españoles dan cuenta de que Maraza se atribuía poderes de gobierno, lo que no debe entenderse como una forma de anhelo emancipador, sino como la expresión del descontento que sentían los indígenas al haberse abolido el sistema de autogobierno que rigió durante la época jesuítica y que fue trastocado por los curas doctrineros y los gobernadores civiles.
El cacique Kumbay
Los hechos de la Gran Guerra se relacionan con la participación del cacique Kumbay, de la zona del Ingre, quien se presentó en la Audiencia en 1799 para interponer un reclamo formal contra los vecinos mestizos y criollos que cometían abusos contra los guaraníes. En 1807, Kumbay logró en Yuti una pequeña victoria y al año siguiente firmó con los españoles un tratado de paz. Su rebelión se contagió entonces de la ideología independentista de Charcas. En 1813, el mburuvicha y su escolta de flecheros fueron reconocidos por Belgrano, en la ciudad de Potosí. Kumbay colaboró posteriormente con Padilla y Azurduy, guerrilleros de La Laguna, con 500 flecheros que marcharon con ellos de San Juan del Piraí a Pomabamba.
BAJADA DE LA CHINITA
VIDEO DE SANTA BÀRBARA (ACERCÀNDOSE SU FIESTA -EL 4 DE DICIEMBRE- )Y SOBRE YEMAYÀ.
IMAGENES MILAGROSAS.
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VIDEO. CATEDRAL DE ROMA, SAN JUAN DE LETRAN.
VIDEO DE LA CAPILLA SIXTINA
Nuestra Señora del Huerto
Virgen del Huerto
A fines del siglo XV una devota mujer de Chavarri, en la provincia de Génova, mandó pintar sobre el muro de un huerto una bella imagen de la Madre y el Niño, en señal de gratitud por haber sido salvada del flagelo de la peste
En 1493 una grave epidemia de cólera azotó a la ciudad de Génova, alcanzando la vecina localidad de Chiavari donde María Turquina Quercio, piadosa mujer del suburbio de Rupinaro, prometió a la Virgen una señal de público reconocimiento si la mantenía inmune a la peste. Señal de agradecimiento
Superado el flagelo, María Turquina encargó al artista Benedicto Borzone pintar sobre un muro del huerto ubicado entre el Palacio de Gobierno y el puerto, una imagen de la Santa Madre y el Niño junto a San Sebastián y San Roque, santos protectores de los enfermos. La imagen debía ser venerada por los transeúntes que, en su diario trajín, no tenían tiempo de entrar al templo para orar.
Poniendo todo su empeño Borzone logró expresar de manera admirable la bondad de la Santísima Virgen y la fuerza de su protección, obteniendo el bello y colorido retrato que conocemos.
Con el paso de los años el huerto fue transformado en depósito y chiquero pero la bella pintura siguió allí, manteniendo su aspecto y tonalidad y llamando poderosamente la atención de quienes pasaban por el lugar.
En 1528 la peste volvió a castigar la Liguria, abatiéndose con especial fuerza en Chavari, hecho que acrecentó la devoción por la imagen. Por esa razón, las autoridades de la ciudad decidieron construirle un altar que permitiese a los fieles inclinarse y orar ante ella.
Apariciones y milagros La noche del 18 de diciembre de 1609, Gerónima Turrio, una lavandera del barrio de Rupinaro, rezaba frente a la Virgen cuando, repentinamente, la pintura comenzó a irradiar una luz intensa. El prodigio se conoció en los alrededores y al cabo de un tiempo, cientos de peregrinos comenzaron a acudir al lugar para implorar gracias.
La fama de Nuestra Señora del Huerto se vio reforzada el 2 de julio de 1610 cuando, en horas de la mañana, se le apareció a Sebastián Descalzo, un humilde poblador de las inmediaciones, quien en esos momentos caminaba desde su casa al suburbio de Carasco, recitando sus oraciones.
Transitaba Sebastián la plaza de la ciudad cuando vio frente a sí a la Virgen bendita luciendo un hermoso manto celeste. Poco después, comenzaron los milagros. Una rajadura que atravezó el muro de un extremo a otro de la pintura, se reparó sola, sin la intervención de ningún albañil. Otro día, frente a su imagen, dos enemigos acérrimos fray Miguel Raggio y Battino Marini, se reconciliaron dándose el abrazo de la paz y al cabo de un tiempo se producían curaciones, se solucionaban diferendos y se concedían peticiones, todo por medio de la Virgen del Huerto.
Santa Patrona de Chiavari El 7 de marzo de 1634 el Consejo de Gobierno de la ciudad declaró a la Virgen del Huerto patrona de la población y del distrito de Chiávari y el 8 de septiembre el sector de la pared donde se hallaba pintada la imagen fue trasladado al Altar Mayor del santuario, inaugurado el año anterior.
En 1769 Nuestra Señora del Huerto fue solemnemente coronada con oro del Capitolio Vaticano y su iglesia entregada a la congregación de los Carmelitas Descalzos quienes la tuvieron en su poder hasta 1797, cuando al proclamar Napoleón la República Ligur, se alejaron. En 1892, instituida la nueva diócesis de Chiavari, S.S. León XIII elevó el santuario a Catedral designando dos años después a su primer obispo, Monseñor Fortunato Vinelli. El 3 de julio de 1907 San Pío X la elevó a Basílica
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Hijas de María Santísima del Huerto
En 1829 San Antonio María Gianelli, obispo de Bobbio, se inspiró frente a la sagrada imagen para fundar la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, venerable instituto que, desde Italia y España hasta Palestina y la India, pasando por América del Sur y las tierras del Congo, difundió por el mundo su sagrada devoción.
Oración a Nuestra Señora del Huerto
¡Oh, María del Huerto! Madre piadosísima, dignaos aceptar benigna la pobre ofrenda de nuestros obsequios y oraciones que, como hijos amantes, venimos a ofreceros.
Dignaos inclinar vuestros oídos a nuestras humildes súplicas para que no sea vana la confianza que en Vos ponemos, seguros de obtener de vuestro divino Hijo el perdón de nuestros pecados y el favor particular que solicitamos por vuestra poderosa mediación.
Alcanzadnos a todos la gracia de la perseverancia final, viviendo y muriendo como verdaderos hijos vuestros, para poder bendecir y alabar a Dios eternamente y ensalzar para siempre vuestras misericordias en el Huerto dichoso de la Jerusalén celestial. Amén.
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