MI TESTIMONIO (III)
Por: Marìa Teresa Fuenmayor Tovar
Si haber salido de mi cuerpo en la forma que les conté me produjo pánico, imaginen lo que experimenté la noche en que me sentí girar y girar con los brazos en cruz, mi espalda apoyada en la espalda de un ser que con sus brazos pegados a los míos también giraba. Con espanto grité: -"Suéltame" su respuesta fué otro grito; con voz horrible me espetó:
-"¿Cómo te puedo soltar si estoy amarrado?"
Debido a mi confuso estado de salud física, mi delgadez y debilidad, las religiosas decidieron enviarme de nuevo a Venezuela sin concluir mis estudios. Sólo había estado en Argentina tres años, la carrera de Teología que estaba cursando duraba cinco años , así que estando bien lejos de concluirla regresé a la casa religiosa en El Hatillo.
Ya de regreso continué oyendo voces. Una mañana recuerdo haberme despertado al escuchar en mis oidos a todo volumen el "Aleluya" de Haendel pero en forma distorsionada, desagradable. Hablé con la superiora. Su alarma fué mayúscula cuando le conté lo de las voces que escuchaba. Me llevaron a consulta con un sicólogo quien me remitió a un neurólogo. Me hicieron un electroencefalograma entre otros muchos exámenes. Recuerdo uno en el cual me inyectaron una sustancia que apenas entró en mi torrente sanguíneo me hizo sentir un fuerte sabor metálico en la boca y un punto de fuerte calor en mi vagina. La sustancia sirvió para "colorear" mi cerebro. De inmediato me introdujeron acostada dentro de una máquina que "fotografió" (no conozco el término médico exacto,
me disculpan) mi cerebro desde diversos ángulos.
Después de tantos exámenes me dieron un diagnóstico.
PRÓXIMA ENTREGA: NUEVO DIAGNÓSTICO, MEDICACIÓN, CÓMO Y POR QUÉ ME ESCAPÉ DEL CONVENTO.
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