Mientras conducían a Jesús a casa de Herodes, vi a Pilatos con su mujer Claudia Procla. Habló mucho tiempo con Pilatos, le rogó por todo lo que le era más sagrado, que no hiciese mal ninguno a Jesús, el Profeta, el Santo de los Santos, y le contó algo de las visiones maravillosas que había tenido acerca de Jesús la noche precedente. Mientras hablaba, yo vi la mayor parte de esas visiones, pero no me acuerdo bien de qué modo se seguían. Ella vio las principales circunstancias de la vida de Jesús: la Anunciación de María, la Natividad, la Adoración de los Pastores y de los Reyes, la profecía de Simeón y de Ana, la huida a Egipto, la tentación en el desierto. Se le apareció siempre rodeado de luz, y vio la malicia y la crueldad de sus enemigos bajo las formas más horribles, vio sus padecimientos infinitos, su paciencia y su amor inagotables, la santidad y los dolores de su Madre. Estas visiones le causaron mucha inquietud y mucha tristeza; que todos esos objetos eran nuevos para ella, estaba suspensa y pasmada, y veía muchas de esas cosas, como, por ejemplo, la degollación de los inocentes y la profecía de Simeón, que sucedían cerca de su casa. Yo sé bien hasta qué punto un corazón compasivo puede estar atormentado por esas visiones; pues el que ha sentido una cosa, debe comprender lo que sienten los demás Había sufrido toda la noche, y visto más o menos claramente muchas verdades maravillosas, cuando la despertó el ruido de la tropa que conducía a Jesús. Al mirar hacia aquel lado, vio al Señor, el objeto de todos esos milagros que le habían sido revelados, desfigurado, herido, maltratado por sus enemigos. Su corazón se trastornó a esta vista, y mandó en seguida llamar a Pilatos, y le contó, en medio de su agitación, lo que le acababa de suceder. Ella no lo comprendía todo, y no podía expresarlo bien; pero rogaba, suplicaba, instaba a su marido del modo más tierno. Pilatos, atónito y perturbado, unía lo que le decía su mujer con lo que había recogido de un lado y de otro acerca de Jesús, se acordaba del furor de los judíos, del silencio de Jesús y de las maravillosas respuestas a sus preguntas. Agitado e inquieto, cedió a los ruegos de su mujer, y le dijo: "He declarado que no hallaba ningún crimen en ese hombre. No lo condenaré: he reconocido toda la malicia de los judíos". Le habló también de lo que le había dicho Jesús; prometió a su mujer no condenar a Jesús, y le dio una prenda como garantía de su promesa. No sé si era una joya, un anillo o un sello. Así se separaron. Pilatos era un hombre corrompido, indeciso, lleno de orgullo, y al mismo tiempo de bajeza: no retrocedía ante las acciones más vergonzosas, cuando encontraba en ellas su interés, y al mismo tiempo se dejaba llevar por las supersticiones más ridículas cuando estaba en una posición difícil. Así en la actual circunstancia consultaba sin cesar a sus dioses, a los cuales ofrecía incienso en lugar secreto de su casa, pidiéndoles señales. Una de sus prácticas supersticiosas era ver comer a los pollos; pero todas estas cosas me parecían horribles, tan tenebrosas y tan infernales, que yo volvía la cara con horror. Sus pensamientos eran confusos, y Satanás le inspiraba tan pronto un proyecto como otro. La mayor confusión reinaba en sus ideas, y él mismo no sabía lo que quería. |
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viernes, 22 de abril de 2011
LA SANTA VIRGEN LA DOLOROSA
BAJADA DE LA CHINITA
VIDEO DE SANTA BÀRBARA (ACERCÀNDOSE SU FIESTA -EL 4 DE DICIEMBRE- )Y SOBRE YEMAYÀ.
CONSULTA TU FUTURO CON EL TAROT.
VIDEO. CATEDRAL DE ROMA, SAN JUAN DE LETRAN.
VIDEO DE LA CAPILLA SIXTINA
Nuestra Señora del Huerto
Virgen del Huerto
A fines del siglo XV una devota mujer de Chavarri, en la provincia de Génova, mandó pintar sobre el muro de un huerto una bella imagen de la Madre y el Niño, en señal de gratitud por haber sido salvada del flagelo de la peste
En 1493 una grave epidemia de cólera azotó a la ciudad de Génova, alcanzando la vecina localidad de Chiavari donde María Turquina Quercio, piadosa mujer del suburbio de Rupinaro, prometió a la Virgen una señal de público reconocimiento si la mantenía inmune a la peste. Señal de agradecimiento
Superado el flagelo, María Turquina encargó al artista Benedicto Borzone pintar sobre un muro del huerto ubicado entre el Palacio de Gobierno y el puerto, una imagen de la Santa Madre y el Niño junto a San Sebastián y San Roque, santos protectores de los enfermos. La imagen debía ser venerada por los transeúntes que, en su diario trajín, no tenían tiempo de entrar al templo para orar.
Poniendo todo su empeño Borzone logró expresar de manera admirable la bondad de la Santísima Virgen y la fuerza de su protección, obteniendo el bello y colorido retrato que conocemos.
Con el paso de los años el huerto fue transformado en depósito y chiquero pero la bella pintura siguió allí, manteniendo su aspecto y tonalidad y llamando poderosamente la atención de quienes pasaban por el lugar.
En 1528 la peste volvió a castigar la Liguria, abatiéndose con especial fuerza en Chavari, hecho que acrecentó la devoción por la imagen. Por esa razón, las autoridades de la ciudad decidieron construirle un altar que permitiese a los fieles inclinarse y orar ante ella.
Apariciones y milagros La noche del 18 de diciembre de 1609, Gerónima Turrio, una lavandera del barrio de Rupinaro, rezaba frente a la Virgen cuando, repentinamente, la pintura comenzó a irradiar una luz intensa. El prodigio se conoció en los alrededores y al cabo de un tiempo, cientos de peregrinos comenzaron a acudir al lugar para implorar gracias.
La fama de Nuestra Señora del Huerto se vio reforzada el 2 de julio de 1610 cuando, en horas de la mañana, se le apareció a Sebastián Descalzo, un humilde poblador de las inmediaciones, quien en esos momentos caminaba desde su casa al suburbio de Carasco, recitando sus oraciones.
Transitaba Sebastián la plaza de la ciudad cuando vio frente a sí a la Virgen bendita luciendo un hermoso manto celeste. Poco después, comenzaron los milagros. Una rajadura que atravezó el muro de un extremo a otro de la pintura, se reparó sola, sin la intervención de ningún albañil. Otro día, frente a su imagen, dos enemigos acérrimos fray Miguel Raggio y Battino Marini, se reconciliaron dándose el abrazo de la paz y al cabo de un tiempo se producían curaciones, se solucionaban diferendos y se concedían peticiones, todo por medio de la Virgen del Huerto.
Santa Patrona de Chiavari El 7 de marzo de 1634 el Consejo de Gobierno de la ciudad declaró a la Virgen del Huerto patrona de la población y del distrito de Chiávari y el 8 de septiembre el sector de la pared donde se hallaba pintada la imagen fue trasladado al Altar Mayor del santuario, inaugurado el año anterior.
En 1769 Nuestra Señora del Huerto fue solemnemente coronada con oro del Capitolio Vaticano y su iglesia entregada a la congregación de los Carmelitas Descalzos quienes la tuvieron en su poder hasta 1797, cuando al proclamar Napoleón la República Ligur, se alejaron. En 1892, instituida la nueva diócesis de Chiavari, S.S. León XIII elevó el santuario a Catedral designando dos años después a su primer obispo, Monseñor Fortunato Vinelli. El 3 de julio de 1907 San Pío X la elevó a Basílica
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Hijas de María Santísima del Huerto
En 1829 San Antonio María Gianelli, obispo de Bobbio, se inspiró frente a la sagrada imagen para fundar la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, venerable instituto que, desde Italia y España hasta Palestina y la India, pasando por América del Sur y las tierras del Congo, difundió por el mundo su sagrada devoción.
Oración a Nuestra Señora del Huerto
¡Oh, María del Huerto! Madre piadosísima, dignaos aceptar benigna la pobre ofrenda de nuestros obsequios y oraciones que, como hijos amantes, venimos a ofreceros.
Dignaos inclinar vuestros oídos a nuestras humildes súplicas para que no sea vana la confianza que en Vos ponemos, seguros de obtener de vuestro divino Hijo el perdón de nuestros pecados y el favor particular que solicitamos por vuestra poderosa mediación.
Alcanzadnos a todos la gracia de la perseverancia final, viviendo y muriendo como verdaderos hijos vuestros, para poder bendecir y alabar a Dios eternamente y ensalzar para siempre vuestras misericordias en el Huerto dichoso de la Jerusalén celestial. Amén.
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