Vista del Órgano de la Iglesia de San Onofre de Alguazas desde la Capilla de la Virgen del Rosario.
El órgano de tubos es considerado el rey de los instrumentos, no solo por la versatilidad del mismo, o de la potencia y desarrollo musical del que es capaz, sino también por ser uno de los instrumentos más antiguos que se han dado en el mundo de la música. Ya en el siglo III antes de Cristo, en la antigua Grecia, existieron órganos de curiosa confección mecánica y sencillez de registros, así como en la Roma de los juegos gladiatorios, donde sonaban para entretener al público. El mundo cristiano también los conoció en época muy reciente, concretamente en el siglo V, y fue en ese preciso instante cuando el órgano de tubos empezó a quedar unido a la liturgia.
A lo largo de los siglos el órgano de tubos fue un instrumento en continua evolución. Se propagó su uso por Europa que, como ya hemos señalado, lo incorporó a sus iglesias, aunque sin despreciar tampoco su uso en ambientes profanos, y fue en los templos europeos, y quizá gracias a ellos mismos, donde el instrumento fue creciendo en tamaño, cualidades técnicas, recursos y virtudes musicales.
El órgano de tubos que estamos acostumbrados a ver es un instrumento de viento polifónico, al contrario de lo que pudiera parecer no tiene similitudes con los instrumentos de teclado más populares. El aire es impulsado desde unos fuelles a través de un portavientos, se distribuye en cajas conocidas como secretos, y queda repartido en distintos conjuntos de tubos agrupados por familias, conocidas como juegos o también como registros.
Los juegos se accionan a través de unos mecanismos que pueden ser tiradores, rodilleras, palancas o botones. Estos mecanismos controlan la entrada de aire que finalmente llegará a los juegos de tubos.
La mecánica de los órganos es tan compleja como las virtudes del instrumento. En el caso de órganos como el de San Onofre es muy sencilla y con elementos de un artesanía simple, pero la organería ha evolucionado hasta ofrecer instrumentos de gran tamaño y de mecánica más compleja para responder al amplio repertorio musical que se ha llegado a componer para estos instrumentos.
Las principales naciones europeas desarrollaron de una manera independiente sus órganos, siendo el período barroco el más fructífero en la evolución de los mismos y Francia y Alemania los países que más aportaron gracias a la gran tradición de sus talleres de organería. No nos debe extrañar que la jerga de la organería abunde en términos franceses y alemanes.
España desarrolló el órgano de tubos de una manera particular. El período barroco, como en el resto del continente europeo, fue el momento propicio para el desarrollo de los grandes órganos de iglesia. El órgano ibérico no tuvo quizá un gran desarrollo en cuanto a mecánica, de hecho el que en España se encuentren órganos en un estado muy similar al de su fecha de construcción nos indica que apenas registraron cambios técnicos, como si ocurriría en la organería de otros países europeos.
El órgano ibérico que solemos ver en multitud de templos españoles se desarrolló a partir de modelos de los conocidos como “positivos”, sencillos órganos de tribuna que en el caso español derivaron en los “realejos”, ambos instrumentos que podían llegar a ser portátiles.
Fachada del órgano de la Iglesia de San Onofre de Alguazas.
Tras el avance de los instrumentos renacentistas, que fueron multiplicando sus registros y tamaño, llegamos al órgano ibérico barroco que se caracterizaría, primeramente, por su aspecto estético, encontrando en la fachada del instrumento la trompetería dispuesta horizontalmente, en batalla, o chamade, término francés. Otra de las características son los registros partidos, nos encontramos en la consola, en la mayoría de los casos, un teclado que tiene la virtud de poder tocar distintos registros en las mitades izquierda y derecha del teclado. Y otro de los elementos importantes y característico del órgano ibérico, aplicado a su teclado, es el de tener su primera octava corta, es decir, no existen las teclas correspondientes a las notas Sol #, Fa #, Mi b y Re b; la octava corta respondía al hecho de que la música litúrgica que se tocaba en el instrumento no requería de esas notas y se podía prescindir de ellas, consiguiendo también un considerable ahorro de tubos en la fabricación y un mejor aprovechamiento del espacio; a finales del siglo XVIII los teclados irían evolucionando hacia las octava semicorta o valenciana y la octava tendida. Curiosamente en un órgano de mediados del XVIII en España era imposible tocar muchas de las piezas que habían compuesto maestros como Bach por las limitaciones de la octava corta, y a esto se sumaba el hecho, no menos importante, de que el pedalero no llegaría a los órganos españoles hasta el siglo XIX, lo que impediría aún más la ejecución de una gran parte de las obras para órgano barrocas. Pero, a pesar de estas limitaciones técnicas, alrededor de estos instrumentos crecería un interesante repertorio de música española anclada en modos renacentistas que constituye una riqueza musical propia del órgano ibérico.
En los órganos ibéricos de la Península podemos ver otras muchas aportaciones mecánicas y tímbricas, como la caja de ecos o los efectos visuales y musicales como los cascabeles y otros recursos que recuerdan la fantasía que llegó a entrar en los templos barrocos españoles de la mano de efectos teatrales diversos.
El órgano romántico llegaría también a España, con sus modificaciones técnicas y amplitud de registros, adecuados a las nuevas composiciones musicales. Pero si por algo queda definida la organería en la Península es por la peculiaridad del órgano ibérico barroco.
Notas históricas del Órgano de San Onofre
Se trata del órgano barroco ibérico más antiguo que se conserva en la Región de Murcia. Sabemos que su fecha de construcción fue el año 1734 y que el maestro organero encargado de su fabricación fue Patricio Campoy Morata Gómez de Mesas.
La ubicación de este órgano es singular. Se encuentra en el interior de una capilla dedicada a la patrona de la villa, Nuestra Señora del Rosario, en una pequeña tribuna bajo el arco izquierdo según se entra en la capilla.
Como nos indica Jesús Belmonte en su obra Alguazas: Iglesia de San Onofre y Archivo Parroquial, en 1585 el templo ya debía contar con un órgano, puesto que sabemos que Ginés Medina es descrito en el archivo parroquial como organista y sacristán, nombramientos que solían ir parejos en las iglesias españolas.
En el librito Miscelánea de la Villa de Alguazas, Joaquín Hernández nos aporta datos interesantes respecto a la organería del templo. Según el Libro de Fábrica del archivo parroquial el órgano del templo fue reparado en 1695, reponiéndose sus fuelles, teclado y un total de 47 caños o tubos.
En 1718 el visitador del obispo de la Diócesis manda que se funda el órgano de la Iglesia (entendemos que se aproveche el metal del viejo instrumento) y se construya un realejo a semejanza del existente en San Jerónimo de La Ñora. Esta orden se repetiría en 1721 y nuevamente en 1729, hasta que, como hemos indicado, en 1734 Patricio Campoy inicio la construcción del órgano que ahora podemos escuchar.
Patricio Campoy Morata nació en Lorca a principios del siglo XVIII, en torno al año 1705. Sus padres fueron María Ardid y Marcos Campoy, este último carpintero.
Después del año 1719 la familia se trasladó a Murcia y estuvieron viviendo en casa de los Llop, unos años, desde 1721 hasta 1724. A partir de 1724 sólo Patricio vivió con los Llop.
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Trabajó pues el maestro Campoy Morata para Salvador Llop y, tras la muerte de Llop en 1734, se hizo cargo del taller familiar y obtuvo el cargo de afinador de los órganos de la catedral. Ya en 1736 se le encomendó la construcción de un órgano monumental y su caja para la parroquia de Albacete.
Otros de sus trabajos fueron para el convento de la Trinidad, la iglesia de San Juan y la de San Pedro en Murcia. Fallecería el organero el 4 de octubre de 1741 y sería enterrado en el convento de los mercedarios en Murcia. Hoy día, en la Plaza de la Iglesia de Alguazas, una cerámica recuerda al maestro organero.
El precio del nuevo órgano de Alguazas se ajustó por un total de 5.000 reales, a los que habría que añadir los 400 reales que costaron su colocación, barandilla, escalera y otros enseres.
Sabemos, por el Libro de Fábrica y detalles aparecidos en la restauración de 2004, que el registro de Corneta no estaba originalmente en el instrumento, fue añadido en noviembre de 1753. En esta recomposición se gastaron 480 reales. A finales del siglo XVIII se añadió también el juego de Flauta Travesera.
Restauración del 2004
En el año 2002, a través de un proyecto de recuperación de órganos históricos de Murcia, el órgano de San Onofre comenzó a ser restaurado. Con la financiación de la Dirección General de Cultura, la Parroquia de San Onofre y el Ayuntamiento de Alguazas, se dio comienzo al proceso de recuperación del instrumento.
Los componentes internos del órgano que aún se conservaban, como tubos y árboles, se desmontaron y fueron llevados al taller de organería de los Hermanos Desmottes, dirigido por Frederic y Yann Desmottes en Landete, Cuenca.
Frederic se formó como organero en Francia, desde 1980 hasta 1987 estuvo en el taller de Pascal Quoirin. Durante esos años trabajó primero como tubero y más tarde como armonista en órganos históricos franceses de los siglos XVII y XVIII. En los años 1982 y 1983 trabajó en España en los órganos de Lietor (Albacete) y Abarca de Campos (Palencia). Amplió su formación con los organeros Alain Sals y Pascal Obé entre 1987 y 1989. Yann Desmottes es un ebanista formado en Toulouse que se especializó trabajando durante años en el taller de un organero y constructor de clavecines.
Mientras se ultimaba la restauración de las piezas mecánicas y musicales se procedió a recuperar la policromía original del mueble del órgano, retirando las capas de pintura sintética con la que había sido repintado en los años ochenta del siglo XX, y devolviendo a la pieza sus dorados originales así como piezas desmontadas, como la puerta de acceso al balconcillo o elementos perdidos, como la talla superior, del castillo central. El equipo de restauración fue dirigido por Yolanda Serpa López.
El 9 de mayo de 2004 se reinaguró el órgano de San Onofre. El obispo de la diócesis, don Manuel Ureña, procedió a la bendición del instrumento siguiendo una antigua fórmula francesa, asistido por el párroco, don Jesús Belmonte. El concierto inaugural corrió a cargo de Javier Artigas Pina, que ofreció la música del instrumento ante un templo completamente lleno de vecinos, visitantes, y diversas autoridades.
Desde su reinauguración el órgano continúa sonando, ya sea en las liturgias oficiadas en el templo, en celebraciones especiales o en los conciertos que cada año se proyectan desde la Consejería de Cultura de Murcia y que han traído hasta Alguazas a algunos destacados concertistas de talla internacional, como Francis Chapelet.
Características técnicas del Órgano de San Onofre de Alguazas
Haremos primero referencia a las características estéticas del órgano. El mueble que lo contiene es una caja barroca con fachada de cortina que carece de laterales, techo y fondo. La fachada del mueble está estucada y policromada con marmorizados pintados con un temple al aceite y tallas decoradas con oro fino y plata fina al agua.
Los cinco castillos con tubos de boca dispuestos en mitra están separados por medias columnas policromadas y con motivos vegetales dorados. Los tubos que observamos en los castillos son flautados y, sobre la consola, se dispone la trompetería en batalla.
Siendo el aire el elemento que, al pasar por los tubos, produce el sonido en este instrumento musical, comenzaremos el viaje a través de la mecánica del Órgano de San Onofre en el lugar donde en la actualidad se genera, esto es, en la habitación donde se encuentra el fuelle. Esta habitación se encuentra a la espalda del órgano y se acceda a ella por una puerta que queda en el crucero del templo, en un espacio entre pilastras.
Antiguamente, el aire era impulsado hasta los tubos del órgano mediante unos fuelles de gran tamaño (los fuelles primitivos del órgano de San Onofre no se han conservado). Estos fuelles ocupaban un gran espacio y eran accionados manualmente, las personas encargadas de realizar esta función recibían el nombre de manchadores, y aún hoy día son muchos los vecinos de Alguazas que recuerdan su labor como manchadores, quizá incluso sin conocer la palabra que los distingue en la jerga de la organería. En la actualidad es un motor eléctrico (motobomba) el que proporciona el aire, que se mantiene a una presión constante y que llena un fuelle de libro, fabricado en madera de pino y de menores dimensiones que los fuelles originales. Este fuelle actúa, realmente, como un depósito. El aire se dirige desde el fuelle a través de un portaviento de madera de pino hasta el secreto, caja de madera en la que, gracias a un sistema de correderas, el aire se distribuye a cada juego de tubos, los juegos son cada uno de los grupos de tubos correspondientes a cada registro.
Nuestro órgano dispone de un secreto típico de los órganos ibéricos, en disposición cromática y dividido en dos cuerpos que se corresponden con los registros de ambos lados del órgano. Los órganos barrocos ibéricos tienen como característica singular el ser de registros partidos. Fue a principios del siglo XVII cuando se comenzó a dividir los juegos del órgano en registros de bajos, controlados por la mitad izquierda del teclado, y de tiples, controlados por la mitad derecha del teclado. Esta peculiaridad ofrece la posibilidad de tocar con ambas manos la misma registración o hacerlo con una registración distinta para cada mitad del teclado, actuando en este último caso como si de dos teclados se tratara. Esto multiplica extraordinariamente las posibilidades sonoras del instrumento. Los conocimientos, habilidad y buen gusto del organista son fundamentales a la hora de registrar, no todas las combinaciones son válidas, suenan bien o son apropiadas para la composición.
Algunos juegos están dispuestos en un pequeño secreto ubicado a mayor altura que el principal. Estos secretillos sobreelevados son también típicos en los órganos de esta época, a veces debido al escaso espacio del que se disponía para instalar el instrumento. Habitualmente en estos secretillos se solían ubicar los juegos en eco, pero el órgano de San Onofre carece de este tipo de juegos.
La consola del órgano, el lugar donde está el teclado y los tiradores de los registros, es de ventana integrada. El teclado tiene una extensión de 47 notas, C1-C5 , y su primera octava es semicorta, no existen las notas Re b ni Mi b. Por debajo del teclado, a la altura de las rodillas, hay dos piezas de hierro (se accionan precisamente con las rodillas y reciben el nombre de rodilleras) que abren y cierran dos registros: el bajoncillo (izquierda) y el clarín (derecha). En la parte más baja, a los pies, se encuentra lo que denominamos pisas, que son unas tablillas que controlan unos grandes tubos de madera llamados contras, y que están conectadas a la primera octava del teclado. Las dos pisas exteriores en realidad hacen sonar lo que se llaman tambores, dos sonidos que, a modo de tambor, son característicos en muchas composiciones del repertorio musical de los órganos ibéricos.
A ambos lados del teclado se encuentran, dispuestos en zig-zag, los tiradores de los registros. Los tiradores son de madera y se conectan a las correderas del secreto a
través de unas barras de hierro que reciben el nombre de árboles.
DATOS TOMADOS DE GOOGLE.
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