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jueves, 10 de noviembre de 2011

Nuestra Senora de Suyapa





Santuario de Nuestra Señora de Suyapa, Honduras.

Suyapa está situada a al sudeste de Tegucigalpa, capital del país, a unos ocho kilómetros. Su nombre proviene de Coyapa, un vocablo indígena, que significa "en el agua de las palmeras".

Probablemente comenzó a poblarse con el establecimiento de trabajos agrícolas y ganaderos en la comarca, o con el descubrimiento y trabajos de minas en los lugares cercanos.

Cerca de ahí está la montaña del Pilingüín, vestida siempre de verde gracias al follaje de sus pinos. Abajo se divisa la campiña. Por entre los troncos se desliza un sendero que conduce a la ranchería de Suyapa.

Una tarde bajaba por este sendero un labrador. Su nombre era Alejandro Colindres. Con él venía Lorenzo Martínez, un niño de ocho años. Venían de trabajar en la milpa, donde estuvieron cosechando maíz. El sol se ocultaba entre los montes y sus últimos rayos teñían de rojo el horizonte. La jornada había sido intensa y, agotados por el camino y el trabajo, decidieron pasar ahí la noche.

Alejandro se recostó en el suelo y notó que algo le molestaba. Era una imagen de la Virgen de la Concepción. Pequeña. Hecha de madera de cedro. Medía unos séis centimetros y medio de alto, tenía la tez morena y las manos juntas sobre el pecho.

Al día siguiente continuaron su camino. Se oían distantes las campanas de Tegucigalpa. Poco después llegaron a su casa de Suyapa. Alejandro saludó a su madre y después de comentarle los detalles y peripecias del camino le puso en el bolso de la camisa, sin decirle nada, la pequeña imagen de la Virgen. Una vez terminadas sus labores la madre revisó el bolso y encontró con alegría el regalo de su hijo: ¡una estatuilla de la Virgen!


Era una familia de un profundo sentimiento religioso. Colocaron la imagen en una mesita, adornada con flores naturales renovadas diariamente. Sentían una gran veneración a la Inmaculada. Luego la pasaron a una pequeña habitación acondicionada como capilla. Por más de veinte años le rindieron un culto familiar, sencillo y sincero en la casa de los Colindres. La visitaban con frecuencia, le ofrecian sus trabajos, le confiaban sus preocupaciones y necesidades.

Los habitantes de la aldea también le tenían mucho cariño. Cuando alguno enfermaba solían llevar la imagen a la casa del enfermo para que la Virgen lo visitara.

Un día enfermó Don José de Zelaya. Un militar importante, dueño de la hacienda "el Trapiche", situada como a un cuarto de legua de la aldea. En realidad ya estaba enfermo desde hacía tiempo y sufría mucho a causa de unos cálculos renales. Isabel Colíndres sabía de su enfermedad y le mandó un recado diciéndole que, si quería, podía enviarle la imagen de su Virgen.

Don José aceptó y trajeron a la Virgen en una especie de procesión. Al llegar, el enfermo, fervoroso y contrito, le pidió su curación y le prometió construirle a cambio una ermita. Tres días después el Señor Zelaya arrojó por via urinaria las tres piedras que eran el tormento de su vida. Esto ocurrió en el año de 1768.

Pasaron casi diez años antes de que el señor Zelaya cumpliera su promesa. Por fin el 28 de noviembre de 1777 el cabildo eclesiástico le dio el permiso de construir una capilla en su hacienda para que se celebrase en ella el sacrificio de la Misa. La bendición de la ermita fue en el año de 1780. Luego con el aumento de peregrinos fue necesario hacer continuas remodelaciones hasta llegar al estado actual, terminado en 1947.

En el año de 1954 el tercer arzobispo de Tegucigalpa, Mons. José de la Cruz Turcios y Barahona pusó la primera piedra del nuevo Santuario. Su fiesta se celebra el 3 de febrero y fue nombrada Patrona Nacional de Honduras por el Papa Pío XII.

Por espacio de más de dos siglos innumerables peregrinos han visitado el Santuario de nuestra Señora de Suyapa. A él acuden para orar y para agradecer los beneficios que Jesús les concede a través de la mediación de su Santísima Madre. El Papa Juan Pablo II también ha querido unirse a ellos y visitó este santuario el 8 de marzo de 1983.

Antes de concluir quisieramos recordar unas palabras que Mons. Oscar Rodríguez Madariaga escribió sobre la Virgen de Suyapa. Nos dice:

"En María mujer, esposa y madre se advierte el influjo saludable que su figura femenina y materna debe tener en el corazón de la mujer, en la promoción de su dignidad y en su participación activa en la vida de la Nación y de la Iglesia.

Cada mujer puede mirarse en María como el espejo de su dignidad y de su vocación.

Al mismo tiempo cada hondureño -cada hombre, podemos añadir nosotros- deberá ser capaz de reconocer en el rostro de una niña, de una joven, de una madre, de una anciana, algo del misterio de Aquella que es la Mujer Nueva, como motivo de pureza y de respeto, como razón para asegurarle a la mujer cristiana y a todas las mujeres, la promoción humana y el desarrollo espiritual que les permitan reflejarse en Santa María de Suyapa".


Esto es todo por hoy, queridos amigos. Les agradecemos su atención y les invitamos a nuestra próxima peregrinación, la última de esta serie. En esa ocasión visitaremos el primer santuario mariano de América: el de Nuestra Señora de Altagracia, en la República Dominicana.

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