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domingo, 27 de marzo de 2011

JESUS UN HOMBRE DE ORACION






Podríamos denominar el Evangelio de Lucas como el Evangelio de la oración. En él, casi siempre irá referida a Jesús, pero Lucas no duda en citar la oración de otros personajes, como el Bautista, Zacarías o la misma Virgen. Es esta primera entrega de varias, en las que estudiaremos la oración en los textos lucanos, nos centramos en la figura de Jesús de Nazaret como judío.

Jesús, un hombre de oración

Uno de los rasgos fundamentales de Jesús es la oración, hasta el punto que podemos definirle como una persona orante (Fernández Ramos, Felipe (director), Diccionario de Jesús de Nazaret. Monte Carmelo. Burgos, 2001). Su vida fue una oración continua, en permanente diálogo con el Padre, tal como lo refleja Lucas a lo largo de todo su evangelio que, como ya hemos indicado, es el que más veces refleja la oración de Jesús.
El tema de la oración de Jesús es la gloria del Padre y la salvación de los hombres. Es la finalidad que han de tener en las suyas los discípulos. Así, siempre empieza su oración con la palabra “Padre".


¿Cómo era esta oración de Jesús? Podemos afirmar, a la luz de lo textos, que Jesús tenía una doble manera de hacer oración: la tradicional judía, que había recibido por su educación, y una personal, original, diferente a los usos habituales de su tiempo. Este último extremo es muy señalado por Lucas, así como por el resto de los evangelistas.

Jesús, un judío más orando

Hay ocasiones en que la gente se extraña de esta afirmación, pues tienen la idea de que Jesús rompió completamente con las tradiciones judías, cambiándolo todo con su llegada. Ciertamente que Jesús aportó cosas nuevas, pero ello no implica que desechara lo anterior, la educación que sus padres, judíos ambos, le dieron.
No se especifica en el Evangelio que Jesús recibiera tal educación, pero es de sentido común suponer que Jesús, como el resto de muchachos de su época, la recibiera. No nos olvidemos que Jesús, y perdón si suena irreverente, por muy Dios que fuera no dejaba de ser un hombre corriente, que nació como todo buen hijo de madre, que creció en el seno de una familia, que tuvo que aprender a hablar y andar, como todos los niños.
Pero la afirmación de que Jesús no abandonó los usos tradicionales no nace de elucubraciones mentales propias, sino que lo encontramos en la Sagrada Escritura. Jesús practica las oraciones ordinarias, como la bendición antes de la comida. Precisamente Lucas, sobre el cual versa este trabajo, marca muy claramente estos usos tradicionales en la oración de Jesús.


Leer más en Suite101: La oración de Jesús de Nazaret en el Evangelio de San Lucas http://www.suite101.net/content/la-oracion-de-jesus-de-nazaret-en-el-evangelio-de-san-lucas-i-a16495#ixzz1HimUP97G



Así, Lucas nos señala como Jesús sube al templo con sus padres cada año para celebrar la Pascua (Lc 2, 41ss). Anteriormente, Jesús ha sido circuncidado y presentado en el templo, siguiendo las costumbres propias de su pueblo.
Es más, Lucas señala, a la hora de comenzar su vida pública, que Jesús “según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura” (Lc 4, 16). Vemos en este pasaje cómo Jesús es un asiduo asistente a la sinagoga, a la oración de los judíos, y no como un mero espectador, sino que participa activamente de la celebración.
A esto debemos añadir las referencias al Antiguo Testamento que Lucas pone en boca de Jesús, especialmente en la Pasión. Concretamente, las últimas palabras de Jesús, según Lucas, fueron “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46).
Estas palabras están inspiradas en el Salmo 31. Se podría decir que Lucas quiere expresar como Jesús, hasta el final de su vida, incluso en el peor momento, sigue orando, siendo el modelo del justo que, condenado, deposita su vida en las buenas manos de Dios (Francesc Ramis Darder: Lucas, evangelista de la ternura de Dios. Verbo Divino. Estella, 1997).
Esto que acabamos de decir viene a demostrar que Jesús también usaba los salmos para su oración, como era costumbre entre los judíos de su tiempo.

La purificación del Templo, punto clave

Debemos añadir uno de los episodios más significativos de la vida de Jesús: la purificación del Templo (Lc 19, 45-46). Lucas señala, después de dicho hecho, que Jesús acudía cada día al Templo a enseñar. Debemos suponer que, para ser coherente con lo sucedido inmediatamente antes, también haría oración. Pero centrémonos en la purificación del Templo.
Jesús expulsa a los vendedores del Templo con la siguiente frase: “Está escrito: Mi casa será casa de oración”. Para Jesús, el Templo es un lugar de oración, de encuentro con Dios. No sólo es para rezar, sino que también Jesús, al principio y al final de su vida, se dedica a compartir su experiencia de Dios, esto es, enseñar a la gente que acude al Templo.
Pero lo inadmisible para Jesús es que se haya manipulado el sentido del Templo, motivo de su ira. Por ello decimos que, si quiere ser coherente con el motivo que le da a los mercaderes para expulsarles del templo, Jesús, además de enseñar, debía orar en el Templo.
Vemos, pues, como Lucas refleja el seguimiento por parte de Jesús de las tradiciones y costumbres al respecto de la oración que había recibido en su familia.

Leer más en Suite101: La oración de Jesús de Nazaret en el Evangelio de San Lucas http://www.suite101.net/content/la-oracion-de-jesus-de-nazaret-en-el-evangelio-de-san-lucas-i-a16495#ixzz1HimUP97G


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