1 Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. 2 También fueron invitados a la boda Jesús y sus Discípulos .3 Y como faltase el vino, la Madre de Jesús le dijo: No tienen vino 4 Jesús le respondió: Mujer, ¿que nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. 5 Dijo su Madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga. Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de los Judíos, cada tina con capacidad de dos o tres metretas. Jesús les dijo: Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta arriba. 8 Entonces les dijo: Sacad ahora y llevad al maestresala. Así lo hicieron. 9 Citando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde provenía, aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían, llamó al esposo 10 y le dijo: Todos sirven primero el mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el peor, tú, al contrario, has guardado el vino bueno hasta ahora. 11 Así, en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de sus milagros con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él."
*Comentarios
Las fiestas de boda tenían larga duración en Oriente (Gén. 29,27; Jue. 14,19.12.17; Tob. 9,12; 10,1). Durante ellas parientes y amigos iban acudiendo a felicitar a los esposos; en los ban quetes podían participar hasta los transeúntes. El vino era considerado elemento indispensable en las comidas y servia además para crear un ambiente festivo. Las mujeres intervenían en las tareas de la casa; la Santísima Virgen prestaría también su ayuda: por eso pudo darse cuenta de que iba a faltar vino.
1. Caná de Galilea parece que debe identificarse con la actual Kef Kenna, situada a 7 kilómetros al Noroeste de Nazareth.
Entre los invitados no se cita a San José, cosa que no se puede atribuir a un olvido de San Juan: este silencio –y otros muchos del evangelio? hace suponer que el Santo Patriarca había muerto ya.
2. ?Para demostrar la bondad de todos los estados de vida ( ... ) Jesús se dignó nacer de las entrañas purísimas de la Virgen María; recién nacido recibió la alabanza que salió de los labios proféticos de la viuda Ana e, invitado en su juventud por los novios, honró las bodas con la presencia de su poder" (San Beda, Hom.13, para el 22 Domingo después de la Epif.). Esta presencia de Cristo en las bodas de Caná es señal de que Jesús bendice el amor entre hombre y mujer, sellado con el matrimonio. Dios, en efecto, instituyó el matrimonio al principio de la creación (cfr. Gén. 1,27?28), y Jesucristo lo con firmó y lo elevó a la dignidad de Sacramento (cfr. Mt. 19,6).
3. En el cuarto Evangelio la Madre de Jesús ?éste es el título que le da San Juan? aparece solamente dos veces. Una en este episodio, la otra en el Calvario (Jn. 19,25). Con ello se viene a insinuar el cometido de María Virgen en la Redención. Entre los dos acontecimientos, Caná y el Calvario, hay varias analogías. Se sitúan uno al comienzo y el otro al final de la vida pública, como para indicar que toda la obra de Jesús está acompañada por la presencia de María Santísima. Su título de Madre adquiere resonancias especialísimas: María actúa como verdadera Madre de Jesús en esos dos momentos en los que el Señor manifiesta su divinidad. Al mismo tiempo, ambos episodios señalan la especial solicitud de Santa María hacia los hombres: en un caso intercede cuando todavía no ha llegado ""la hora"; en el otro ofrece al Padre la muerte redentora de su Hijo, y acepta la misión que Jesús le confiere de ser Madre de todos los creyentes, representados en el Calvario por el discípulo amado.
En la vida pública de Jesús aparece significativamente su Madre ya desde el principio, cuando, en las bodas de Caná de Galilea, movida por la misericordia, suscitó con su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús Mesías (cfr. Jn. 2,1?11). A lo largo de su predicación acogió las palabras con que su Hijo, exaltando el Reino por encima de las condiciones y la zos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados (cfr. Mc. 3,25; Lc. 11,27?28) a los que escuchan y guardan la palabra de Dios, como ella lo hacía fielmente (cfr. Lc. 2,19.51).
4. ""Mujer" es un título respetuoso, que venía a ser equivalente a "señora", una manera de hablar en tono solemne. Este nombre volvió a emplearlo Jesús en la Cruz, con gran afecto y veneración (Jn. 19,26).
La frase "¿qué nos va a ti y a mí?" corresponde a una manera proverbial de hablar en Oriente, que puede ser empleada con diversos matices. La respuesta de Jesús parece indicar que si bien, en principio, no pertenecía al plan divino que Jesús interviniera con poder para resolver las dificultades surgidas en aquellas bodas, la petición de Santa María le mueve a atender esa necesidad. También se puede pensar que en ese plan divino estaba previsto que Jesús hiciera el milagro por intercesión de su madre. En todo caso, ha sido Voluntad de Dios que la Revelación del Nuevo Testamento nos dejara esta enseñanza capital: la Virgen Santísima en tan poderosa en su intercesión que Dios atenderá todas las peticiones por mediación de María. Por eso la piedad cristiana, con precisión teológica, ha llamado a Nuestra Señora omnipotencia suplicante.
"Todavía no ha llegado mi hora": El término “hora" lo utiliza Jesucristo alguna vez para designar el momento de su venida gloriosa (cfr. Jn. 5,28), aunque generalmente se refiere al tiempo de su Pasión, Muerte y Glorificación (cfr. Jn. 7,30; 12,23; 13,1; 17,1).
5. La Virgen María, como buena madre, conoce perfecta mente el valor de la respuesta de su Hijo, que para nosotros podría resultar ambigua (“qué nos va a ti y a mi"), y no duda que Jesús hará algo para resolver el apuro de aquella familia. Por eso indica de modo tan directo a los sirvientes que hagan lo que Jesús les diga. Podemos considerar las palabras de la Virgen como una invitación permanente para cada uno de nosotros; "en eso consiste toda la santidad cristiana: pues la perfecta santidad es obedecer a Cristo en todas las cosas" (Santo Tomás de Aquino, Comentario sobre San Juan).
Con esta misma actitud rezaba el papa Juan Pablo II en el santuario mariano de Knock, al consagrar a la Virgen al pueblo irlandés: "En este momento solemne escuchamos con atención particular tus palabras: `Haced lo que os diga mi Hijo". Y deseamos responder a tus palabras con todo el corazón. Que remos hacer lo que nos dice tu Hijo y lo que nos manda; pues tiene palabras de vida eterna. Queremos cumplir y poner por obra todo lo que viene de Él, todo lo que está contenido en la Buena Nueva, como lo hicieron nuestros antepasados durante siglos ( ... ) Por ello hoy ( ... ) confiamos y consagramos a Ti, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, nuestro corazón, con ciencia y obras, a fin de que estén en consonancia con la fe que profesamos. Confiamos y consagramos a Ti a todos y cada uno de los que constituyen el pueblo irlandés y la comunidad del Pueblo de Dios que habita en estas flerras" (Homilía en el Santuario mariano de Knock, 30?IX?79).
6. La metreta correspondía a unos 40 litros. La capacidad de cada uno de estos cántaros era, por tanto, de 80 a120 litros; en total 480?720 litros de vino de la mejor calidad. San Juan subraya la abundancia del don concedido por el milagro, como hará también cuando la multiplicación de los panes (Jn. 6,12? 13). Una de las señales de la llegada del Mesías era la abundancia, por eso en ella ve el Evangelista el cumplimiento de las antiguas profecías: "el mismo Yahwéh dará la felicidad y la tierra dará sus frutos", anunciaba el Salmo 84, 13; "las eras se llenarán de buen trigo, los lagares rebosarán de mosto y de aceite puro" (Jn. 2,24; cfr Am. 9,13?15). Esa abundancia de bienes materiales es un símbolo de los dones sobrenaturales que Cristo nos alcanza con la Redención: más adelante, San Juan destacará aquellas palabras del Señor: "Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn. 10,10; cfr. Rom. 5,20).
7. "Hasta arriba": El Evangelista vuelve a subrayar con este detalle la sobreabundancia de los bienes de la Redención y, al mismo tiempo, indica con cuánta exactitud obedecieron los sirvientes, como insinuando la importancia de la docilidad en el cumplimiento de la Voluntad de Dios, aun en los pequeños detalles.
9?10. Jesús hace los milagros sin tacañería, con magnanimidad; por ejemplo, en la multiplicación de los panes y los peces (cfr. Jn. 6,10?13), donde sacia a unos cinco mil hombres y todavía sobran doce canastos. En este milagro de Caná no convirtió el agua en cualquier vino, sino en uno de excelente calidad.
Los Santos Padres han visto en el vino de calidad, reservado para el final de las bodas, y en su abundancia una figura del coronamiento de la Historia de la Salvación: Dios había envia do a los patriarcas y profetas, pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su propio Hijo, cuya doctrina lleva a la perfección la Revelación antigua, y cuya gracia excede las esperanzas de los justos del Antiguo Testamento. También han visto en este vino bueno del final el premio y el gozo de la vida eterna, que Dios concede a quienes, queriendo seguir a Cristo, han sufrido las amarguras y contrariedades de esta vida (cfr. San Agustín, Comentario sobre San Juan, in loc.).
11. Antes del milagro los discípulos ya creían que Jesús era el Mesías; pero todavía tenían un concepto excesivamente terreno de su misión salvífica. San Juan atestigua aquí que este milagro fue el comienzo de una nueva dimensión de su fe, que hacía más profunda la que ya tenían. El milagro de Caná constituye un paso decisivo en la formación de la fe de los discípulos.
"María aparece como Virgen orante en Caná, donde, manifestando al Hijo con delicada súplica una necesidad temporal, obtiene también un efecto de gracia: que Jesús, realizando el primero de sus "signos", confirme a los discípulos en la fe en EV ( Pablo VI, Exh. Ap. Marialis cultus).
¿Por qué tendrán tanta eficacia los ruegos de María ante Dios? Las oraciones de los santos son oraciones de siervos, en tanto que las de María son oraciones de Madre, de donde procede su eficacia y carácter de autoridad; y como Jesús ama inmensamente a su Madre, no puede rogar sin ser atendida.
Para conocer bien la gran bondad de María recordemos lo que refiere el Evangelio ( ...) Faltaba el vino, con el consiguiente apuro de los esposos. Nadie pide a la Santísima Virgen que interceda ante su Hijo a favor de los consternados esposos. Con todo, el corazón de María, que no puede menos de compadecer a los desgraciados la impulsó a encargarse por sí misma del oficio de intercesora y pedir al Hijo el milagro, a pesar de que nadie se lo pidiera ( ... ). Si la Señora obró así sin que se lo pidieran, ¿qué hubiera sido si le rogaran?" (San Alfonso María de Ligorio, Sermones Abreviados, Sermón 49: De la confianza en la Madre de Dios).
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