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sábado, 19 de junio de 2010

BREVE HISTORIA DEL CULTO AL SEÑOR DE LOS MILAGROS EN PERU.







HISTORIA



En Perú, una costumbre muy difundida durante la colonia fue la institución de cofradías de negros. Eran organizaciones piadosas donde los esclavos africanos acostumbraban reunirse, luego de una dura jornada de trabajo en las chacras cercanas, en las casas de sus dueños o llevando grandes cántaros de agua -que recogían de los pilones de la Plaza Mayor- para distribuirlos a toda la ciudad.

En las cofradías aquellos esclavos venidos de la lejana África, aprendían y practicaban los preceptos católicos que les impartían los curas y frailes doctrineros de las iglesias cercanas. También se prestaban ayuda ante una enfermedad y asistencia en caso de muerte de algunos de sus integrantes.

Pero, tras la oración y el culto católico, los esclavos encontraron en estas asociaciones el espacio ideal para recordar y preservar costumbres de sus países de origen.
Mientras tanto hacia el límite oeste de la ciudad, en uno de los barrios más pobres de Lima, denominado Pachacamilla, un grupo de esclavos angoleños formaron una pequeña y modesta cofradía, cuyo funcionamiento era similar a las otras.

Hacia 1623 Lima fue dividida prácticamente en dos partes por el virrey Fernández de Córdoba para defenderla de un ataque del pirata holandés Jacobo L'Hermite. Uno de estos sectores recibió el nombre de Santa Cruz y dentro de sus linderos se encontraba el barrio de Pachacamilla, el cual en sus inicios fue habitado por indios llegados de Pachacámac. Al trasladarse la mayoría de éstos al barrio del Cercado, el lugar fue habitado por esclavos traídos de África, especialmente de Angola (finales del siglo XVI).

Muchos años después -entre 1650 y 1651- un esclavo de esta casta, cuyo nombre la historia no alcanzó a registrar, pintó en la pared del galpón donde solía reunirse su cofradía, la imagen de Cristo en la cruz.

Detrás del galpón transcurría una acequia, humedeciendo aún más el ambiente y carcomiendo de manera paulatina el rudimentario muro de adobe. A pesar de esa dificultad el anónimo esclavo, convertido espontáneamente en pintor, plasmó la impresionante figura de Cristo Crucificado que de inmediato fue causa de devoción entre los negros de aquel lugar y adoptado como el patrono de su cofradía.

Poco a poco la población de Pachacamilla fue conociendo la pintura mural y no faltó quien, conmovido por la imagen y viendo el pobre lugar donde se encontraba, dejara al pie algunas flores como ofrenda y se detuvieron a rezar unas plegarias.

Los terremotos que azotarían la capital del virreinato durante los siglos XVII y XVIII contribuyeron decididamente al inicio, crecimiento y consolidación del culto al Cristo Morado.

En 1651, la imagen del Nazareno ya era venerada por algunos esclavos y libertos de Pachacamilla, pero sólo cuatro años después la población conocería del mural milagroso. Ello ocurrió en 1655, tras un violento terremoto.



Entre las 2 y 30 de la tarde de un soleado sábado 13 de noviembre del año citado. Como era costumbre, a esa hora Lima dormía la siesta. La ciudad se hallaba tranquila, hasta que un primer sacudón despertó a la población que inmediatamente salió despavorida de sus casas. Casi toda la ciudad sufrió los efectos del terremoto. En Lima y el Callao se vinieron abajo varios edificios, como la iglesia de San Francisco y la iglesia del Colegio del Callao.

En los siguientes días se sucedieron las réplicas. Ello atemorizó a la población. Sin embargo, a pesar del devastador terremoto, aquel muro donde se encontraba representaba la imagen del Cristo Crucificado no había sufrido maltrato alguno.

En una ciudad como la Lima de entonces, tal acontecimiento no podía pasar desapercibido. De inmediato la población visitó Pachacamilla para conocer tal prodigio.

Pero, tras esa primera impresión, el mural fue olvidado hasta los propios cofrades, quienes al ver destruidas sus casas decidieron desplazarse a otro lugar.

Por algo más de diez años casi nadie se ocupó de la modesta pintura, hasta que en 1670 apareció Antonio de León, quien sería el primero en fomentar el culto al Señor.

Era época del virrey Amat y por iniciativa de este gobernante se formaron las cuatro primeras cuadrillas de cargadores de la Hermandad del Señor de los Milagros. La fundación oficial ocurrió el 3 de mayo de 1766, incorporando a aquellos devotos que espontáneamente cargaban las rústicas andas de madera y vestían el característico hábito morado, con un cordón blanco, llamado "de los Milagros", que se colocaban alrededor del cuello, para recordar la luz divina que los guiaba.

El traje completo de nazareno lo usaban las religiosas del monasterio, quienes también llevaban un cordón en la cintura; ambos cordones eran más gruesos que los usados por los cofrades. Calzaban, además, toscas sandalias y llevaban una corona de espinas sobre la cabeza.

Entre los años 1858 y 1887 surgirían cuatro de estas agrupaciones devotas. Cabe recordar que durante la ocupación chilena (1881 -1883) no salió de procesión a recorrer las calles limeñas, hasta que el general Miguel Iglesias firmó el Tratado de Ancón.

Doce nuevas cuadrillas se organizaron a lo largo del presente siglo. En 1904 y 1920 nacen la novena y la décima, respectivamente.

Los cargadores eran gente del pueblo. Estaban acostumbrados a fajarse, porque muchos de ellos trabajaban movilizando cargas pesadas. Usaban zapatillas e iban a cargar como podían. Hoy concurren rasurados, con terno, corbata morada y usan fajas de género o cuero.

En 1935 se forma la undécima cuadrilla, cuyos integrantes se autodenominan "los íntimos"; el mismo año es organizada la décimo segunda. La 13ª, cuadrilla, conformada por los integrantes de la Policía de la Hermandad, se funda en 1940. Siete años más tarde surge la 14ª con "Los portadores del palio". En 1954 se crea la 15ª. Cuadrilla, que comprendía a miembros de la "Brigada de Emergencia", veleros y mixtureros.

En 1858 inicia actividades la 16ª. Cuadrilla. Sus miembros están preparados en primeros auxilios, para atender los casos de asfixia y desmayo entre los feligreses. La cuadrilla 17ª. Está conformada por los llamados "Guardianes del Señor" y se fundó en 1960, con el objeto de resguardar la imagen. En el mismo año se constituyó la 18ª. Cuadrilla con integrantes de la ex-Policía de Investigaciones del Perú.

El año 1962 es clave para esta historia. Se constituye por entonces las dos últimas cuadrillas, completando las veinte agrupaciones que hasta hoy existen. Cada aglutina a doscientos hermanos, organizados según medida de hombro y estatura, por sectores. También integran la Hermandad los grupos de sahumadoras y de cantoras, además de los cerca de trescientos hermanos honorarios. Todos suman alrededor de seis mil cofrades.

Cuando la procesión salió por primera vez, la imagen era transportada por sólo ocho hermanos; hoy las andas tienen que ser cargadas por unos treinta y cuatro. Cada tramo del recorrido varía de 40 a 270 metros, divididos en cuatro o cinco sectores.




La Hermandad registra entre sus filas a personalidades del espectáculo, el deporte y la policía, incluyendo algunos ex presidentes de la república. Fue el 17 de octubre de 1986, luego de 299 años de procesión, cuando el anda del Señor de los Milagros ingresó por primera vez al Patio de Honor del Palacio del Gobierno peruano para recibir un homenaje especial del Presidente.

Las actividades del Señor de los Milagros empiezan el 30 de setiembre de cada año y durante el mes de octubre se celebran las festividades para este Patrono de la Ciudad. Esa noche, una Verbena Nazarena celebra la llegada del mes morado. Fue siempre una celebración cerrada entre los integrantes de la Hermandad, pero desde años pasados se decidió que participara la comunidad entera.

Todas las puertas de la iglesia permanecen abiertas para los fieles. Además, desde las 7 de la noche se realizan confesiones y actos litúrgicos.

Desde el 20 de octubre de 1687, día en que por primera vez el Cristo moreno salió en procesión, hasta la actualidad, los recorridos han sufrido pocas modificaciones. La primera procesión se realizó los días 18 y 19 de octubre, en recuerdo del terremoto de 1687. Entonces, lo más tradicional era que partiera del monasterio de las nazarenas cada 18 de octubre y regresara el día 19. Al siguiente día, en su templo empieza la novena, práctica que se introdujo en el presente siglo.



Solían decir las antiguas limeñas que "El Señor come, el día que sale, en la iglesia de la Concepción y duerme en las Descalzas; al otro día, como en Santa Catalina y duerme en su casa", anunciando las iglesias que daban posada a las andas, al cuidado de monjitas en sus respectivos monasterios. Estos lugares han sido los puntos más importantes del tradicional recorrido.

Desde el presente siglo se le ha instituido a las procesiones anuales el día 28 del mismo mes, debido a que ese día, en 1746, sucedió otro terremoto que respetó la milagrosa imagen. Así, cada 28 de octubre concluía la novena en la mañana y empezaba con gran solemnidad la fiesta en honor del Señor. Por la tarde se realiza la última procesión anual, que los antiguos hermanos solían llamar "la procesión de los blanquitos". Esta salía de las Nazarenas dirigiéndose a San Marcelo y regresaba al monasterio el mismo día. Era costumbre que, desde sus balcones, las damas limeñas arrojasen coloridas y perfumadas flores al paso del Señor.

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