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miércoles, 14 de abril de 2010

NEGRA HIPOLITA


Fue la afro americana Hipólita quien brindó su abundante leche tanto para su hijo como para el niño llamado “Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios”. Doña Concepción Palacios –la madre del Libertador, no pudo lactarlo por problemas de salud.

Antes de que Hipólita diera a luz su hijo, por algunas semanas también fue Bolívar amamantado por Doña Inés Mancebo de Miyares, una dama realista (como también lo era el dueño de la Quinta donde pasó sus últimos días).

Recordemos que el nombre de Hipólita es célebre por corresponder a la reina amazona de Escitia, vencida por Hércules. La “vía láctea” en el poderoso eterno femenino de piel oscura de Hipólita –la nodriza de Bolívar, paradójicamente pareciera que hubiera preparado al cuerpo del niño para ser un jinete.


Recordemos que nuestro escudo nacional tenía inicialmente en la franja media el caballo blanco de Bolívar como símbolo de la Independencia, cambiado por el gorro frigio, símbolo de la libertad (página 50 del folleto No. 5 mencionado). Pero, el caballo blanco ha sido también símbolo de Neptuno –la más catártica o purificadora de las divinidades en los misterios Órficos, de donde emerge la “sal” simbolizante del espíritu pletórico de Vida, el relevante del Marte harto de sangre.

En los antiguos relatos hindúes, concretamente en el Kalika Purana se habla de “La Oscura Señora”, la Gran Diosa Madre, la Tejedora del mundo. Brahma, la cabeza divina productora del mundo, en meditación, ya había hecho emanar cierto número de apariciones que habían entrado en la esfera del tiempo y del espacio; Sus visiones eran puras como el cristal.Brahma, hundiéndose aún más hondamente en la límpida oscuridad de su propio interior (luego de haber hecho surgir en meditación, desde las profundidades vivificadas de su propia sustancia divina y que todo lo abarca, al universo y sus múltiples seres), llegó a una nueva profundidad: súbitamente, la más hermosa mujer de piel oscura emanó de su visión y se irguió desnuda ante la vista de todos.

Hipólita no sólo amamantó a Bolívar sino que también le correspondió guiarle los primeros pasos y tolerar sus travesuras infantiles. Él, era un niño rebelde, inquieto, voluntarioso, audaz … sencillamente insoportable. José Sáenz y otros tutores mostraron su incapacidad para “domarlo”, devolviéndolo nuevamente a la familia.

Sólo la negra Hipólita, cariñosa, solícita y condescendiente, supo entregarse a este niño travieso, descargando en él todo su cariño, soportando muchos desvelos por dar al pequeño de casa divertidos ratos de ocio, formándolo a base de condescendencia. Justamente este hecho llevó al pequeño Simón a tener un espíritu de superioridad y de mando, que seguramente influyeron más tarde en el carácter recio del Libertador.

Con el correr de los años y la cosecha de triunfos, Bolívar nunca se olvidó de sus dos nodrizas, especialmente de su negra Hipólita, haciendo que no les faltara una pensión.

Desde el Cuzco, el 10 de julio de 1825, Bolívar envió a su hermana Maria Antonia una carta que revela el sentimiento de gratitud que el Libertador guardó por esta esclava: “… Te mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida …” Hipólita estuvo acompañando al Libertador en las batallas de San Mateo, y cuando Bolívar entró triunfante por calles de Caracas en 1827, bajo palio, al divisar a Hipólita en medio del gentío, abandonó su puesto y se arrojó en brazos de la negra que lloraba de regozijo.

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