Autor: . | Fuente: Vatican.va | |
Fundadora de las Pías Maestras VeneriniMartirologio Romano: En Roma, beata Rosa Venerini, virgen, que nació en Viterbo y fundó las Maestras Pías, con las cuales abrió en Italia las primeras escuelas para la educación de las niñas (1728). Etimológicamente: Rosa = Aquella que es bella y dulce como una rosa, es de origen latino. Rosa VENERINI nació en Viterbo en el día 9 de febrero de 1656. Su padre, Goffredo, originario de Castelleone di Suasa (Ancona), después de haber conseguido el título en medicina en Roma, se trasladó para Viterbo y ejerció brillantemente la profesión de médico en el Hospital Grande. De su matrimonio con Marzia Zampichetti, miembro de una antigua familia viterbense, nacieron cuatro hijos: Domingo, Maria Magdalena, Rosa y Horácio. Rosa, por naturaleza, era dotada de inteligencia y de sensibilidad humana fuera del común. La educación recibida en la familia le permitió desarrollar los numerosos talentos de mente y de corazón y de formarse bajo principios cristianos sólidos. A la edad de siete años, según su primer biógrafo, Padre Jerônimo Andreucci S.I., hizo voto de consagrar a la Dios su vida. Durante la primera fase de su juventud, vivió el conflicto entre las seducciones del mundo y la promesa hecha a Dios. Superó tal conflicto con oraciones y muchos sacrificios. A los 20 años, Rosa se interrogaba sobre su porvenir. En aquel tiempo la mujer podía escoger apenas entre las dos orientaciones de vida: el casamiento o el convento. Rosa estimaba las dos opciones, pero se sentía atraída para realizar otro proyecto para el bien de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo. Tendra que pasar mucho tiempo dedicado a los sacrificios y a la busqueda, para ser impulsada interiormente por intuiciones proféticas, que le llevarán a una solución innovadora. En otoño del 1676, de acuerdo con su padre, Rosa entró en el Monasterio Dominico de Santa Catalina en Viterbo con la perspectiva de realizar su voto. Junto a su tía Ana Cecilia aprendió a escuchar Dios en el silencio y en la meditación. Se quedó en el Monasterio pocos meses porque la muerte prematura de su padre la obligó a regresar para acompañar en el sufrimiento a su madre. En los años siguientes Rosa vivió acontecimientos trágicos en su familia: el hermano Domingo falleció con apenas 27 años de edad, enseguida, muere también su madre quien no aguantó el dolor. Su hermana Maria Magdalena contrajo matrimonio. Permanecían en casa solamente Horácio y Rosa que a esta altura tenía 24 años. Impulsada por el deseo de hacer algo grande para Dios, en mayo de 1684 la Santa comenzó reunir en su casa a las niñas y mujeres de la vecindad para rezar el Rosario. El modo de orar de las jóvenes y de sus madres, y sobretodo las charlas que precedían y seguían a la oración, abrieron la mente y el corazón de Rosa frente a la triste realidad: la mujer pobre era esclava de la pobreza cultural, moral y espiritual. Entendió, entonces, que el Señor la llamaba a una misión más alta que, gradualmente, la llenaba de la urgencia de dedicarse a la instrucción y formación cristiana de las jóvenes, no con encuentros periódicos, sino con una Escuela entendida en el sentido total de la palabra. En el día 30 de agosto del 1685, con la aprobación del Obispo de Viterbo, Cardenal Urbano Sacchetti y la colaboración de dos compañeras, Gerolama Coluzzelli y Porzia Bacci, Rosa dejó la casa paterna para dar inicio a su primera escuela, proyectada según un desígnio original que había madurado en la oración y en la busqueda de la Voluntad de Dios. El primero objetivo de la Fundadora era lo de ofrecer a las niñas de la población pobre una formación cristiana completa y de prepararlas para la vida civil. Sin grandes pretensiones, Rosa había abierto la primera «Escuela Publica femenina en Italia». El origen era humilde, pero de grandeza profética: la promoción humana y la elevación espiritual de la mujer eran una realidad que no tardaría en recibir el reconocimiento de las autoridades religiosas y civiles. El crecimiento de la Obra. En el comienzo no fue fácil: Las tres primeras Maestras tuvieron que afrontar las resistencias del Clero que sentía como exclusividad suya enseñar el catecismo; pero la resistencia más fuerte venía de los intelectuales que se sentían escandalizados al ver la osadía de una mujer, de la alta burguesía viterbense, que tomaba con seriedad y amor la educación de las niñas de la baja clase social. Rosa enfrentó todo por amor a Dios, y con firmeza que era la caracterísaba, prosiguió el camino que había iniciado, teniendo ahora más que nunca, la certeza de estar dentro de un verdadero Proyecto de Dios. Los resultados le dieron razón: ¡los propios Párrocos constataron el bien qué estas Escuelas Pías surtieron entre las niñas y sus madres!. La valía de aquella iniciativa fue reconocida y la fama sobrepasó los confines de la Diócesis. El Cardenal Marcos Antônio Barbarigo, Obispo de Montefiascone, comprendió la genialidad del proyecto viterbense e invitó a la Santa a su diócesis. La Fundadora, siempre lista, contestó a la invitación: de 1692 a 1694 Rosa abrió una decena de escuelas en Montefiascone y en las Ciudades cituadas alrededor del lago de Bolsena. El Cardenal suministraba los medios materiales y Rosa concienciaba las familias, preparaba las maestras y organizaba la Escuela. Cuando tuvo que tornar a Viterbo, para cuidar de la estabilidad de su primera obra, Rosa confió las Escuelas y las Maestras a la dirección de una joven, Lucia Filippini, cuyas calidades, de mente, de corazón y de espíritu, ya había percibido antes. Después de las Escuelas de Viterbo y Montefiascone, fueron abertas otras en la región de Lazio. Rosa llegó a Roma en el año 1706, pero la primera experiencia romana fue para ella un fracaso total. Esto le marcó hondamente y la forzó a esperar un período largo de seis años antes de reconquistar la confianza de las autoridades. En el día 8 de diciembre del 1713, con a ayuda del Abad Degli Atti, gran amigo de la familia Venerini, Rosa pudo abrir su Escuela en el centro de Roma, a los pies del Capitolio. El 24 de octubre de 1716 recibió a visita del Papa Clemente XI, que acompañado por ocho Cardenales, quiso asistir a las clases. Maravillado y lleno de complacencia, al fin de la mañana, se dirigió a la fundadora con estas palabras: «¡Señora Rosa, usted hace lo que nosotros no podemos hacer!. Le agradecemos mucho porque, estas escuelas, ¡santificarán Roma!». Desde aquel momento, Gobernadores y Cardenales pidieron las escuelas para sus territorios. El trabajo de la Fundadora se volvió intenso, lleno de peregrinaciones y de cansancio para la formación de nuevas comunidades. Fue, también, motivo de mucha alegría y de sacrificios. Donde surgía una escuela, luego se notaba un radical cambio positivo, de la juventud. Rosa Venerini murió santamente en la casa de San Marcos en Roma, en la noche del 7 de mayo de 1728. Había abierto más de 40 Escuelas. Su cuerpo fue sepultado en la Iglesia de Jesus (Roma) que ella tanto amaba. En el año 1952, por ocasión de la Beatificación, sus restos mortales fueron trasladados en la Capilla de la Casa General, en Roma. La Espiritualidad Durante toda su vida, Rosa siempre se movió adentro del océano de la Voluntad de Dios. Decía: «me siento tan apegada a la Voluntad de Dios, que no me importa ni la muerte ni la vida, quiero lo que Él quiere, quiero servíle lo cuanto Él quiere ser servido por mí y nada más! ». Después de un primera contacto con los Padres Dominicos del Santuario «Madonna della Quercia» en los alrededores de Viterbo, siguió la dirección espiritual del P. Ignacio Martinelli, y acogió fielmente la espiritualidad austera y equilibrada de San Inácio de Loyola creada para la dirección de los Jesuitas. Las crisis de la adolescentes, las perplejidades de la juventud, la busca de nuevos caminos, la fundación de las Escuelas y de las Comunidades, las relaciones con la Iglesia y con el mundo, todo era orientado al Querer Divino. La oración era el aire que respiraba durante toda su jornada. Rosa no imponía a sí misma ni a sus hijas largas oraciones pero recomendaba qué la vida de las Maestras, en el ejercicio del ministerio educativo, ¡fuese un continuado hablar con Dios, de Dios, para Dios!. La íntima comunión con el Señor era mantenida por la oración mental que la Santa consideraba «alimento esencial del alma». En la meditación, Rosa escuchaba al Maestro que enseñaba caminando por las carreteras de Palestina, pero, de manera particular, desde lo alto de la Cruz. Con lo mirada fija en Jesus Crucificado, Rosa sentía cada vez más fuerte dentro de sí la pasión para la salvación de las criaturas humanas. Por eso, vivía cada día la Eucaristía de manera mística: en su imaginación, la Santa veía el mundo como un gran círculo; se colocaba en el centro y contemplaba Jesús, Víctima inmaculada, que en toda rincón de la tierra se ofrecía al Padre a través del Sacrificio Eucarístico. Llamaba a este modo de elevarse a Dios "el Círculo Máximo". Con oración incesante, participaba espiritualmente de todas las Santas Misas que eran celebradas en toda parte del mundo: unía los dolores, el cansancio, las alegrías de su vida a los sufrimiento de Jesucristo, preocupándose que la Preciosa Sangre de Jesus no fuese derramado en vano. El Carisma Podemos sintetizar el carisma de Rosa Venerini en pocas palabras. Vivió consumada por dos grandes pasiones: la pasión por Dios y la pasión por la salvación de las criaturas humanas. Cuando comprendió que las niñas y las mujeres de su tiempo tenían necesidad de ser educadas e instruidas sobre las verdades de la Fe y de la Moral, no escatimó tiempo, trabajo, luchas, dificultades de todo tipo a la fin de contestar al llamado de Dios. Era consciente de que el anuncio de la Buena Nueva sólo podía ser acogido, si antes, las personas fuesen liberadas de las tiniebla de la ignorancia y del error. Además, había intuido que la formación profesional podía conseguir para la mujer una promoción humana y un reconocimiento en la sociedad. Este proyecto requería una Comunidad Educadora, sin pretensiones. Rosa, con gran anticipación histórica, ofreció a la Iglesia el estilo de la Comunidad Religiosa Apostólica. Rosa no ejerció su misión educativa sólo en la escuela, sino usó todas las oportunidades que tuvo para anunciar el Amor de Dios: confortaba y curaba a los enfermos, reanimaba a los desesperanzados, consolaba a los aflictos, invitaba a los pecadores a la vida nueva, exhortaba a la fidelidad a las personas consagradas, auxiliaba a los pobres, combatía toda forma de esclavitud moral. Educar para salvar se volvió el lema que impulsa a las Pías Maestras Venerini a continuar la Obra del Señor de acuerdo a los deseos de su Fundadora y a irradiar por el mundo el Carisma de la Santa Madre: liberar a la criatura humana de la ignorancia y del mal para que el Proyecto de Dios, que cada persona posee, se vuelva visible. Es ésta a magnifica herencia que Rosa Venerini dejó a sus hijas; doquiera que estén: en Italia, como en los otros Países, las Pías Maestras buscan vivir y transmitir el deseo apostólico de la Madre, privilegiando a los más pobres. La Congregación, después de haber dado su contribución en favor de los italianos emigrados a los E.U.A., desde 1909, y en Suiza de 1971 al año 1985, expandió su actividad apostólica en otros Países: en India, en Brasil, en los Camerún, en Romania, en Chile, en Venezuela, en la Albânia y en Nigeria. Fue canonizada el 15 de octubre de 2006 por S.S. Benedicto XVI. |
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martes, 10 de mayo de 2011
Rosa Venerini, Santa
BAJADA DE LA CHINITA
VIDEO DE SANTA BÀRBARA (ACERCÀNDOSE SU FIESTA -EL 4 DE DICIEMBRE- )Y SOBRE YEMAYÀ.
CONSULTA TU FUTURO CON EL TAROT.
VIDEO. CATEDRAL DE ROMA, SAN JUAN DE LETRAN.
VIDEO DE LA CAPILLA SIXTINA
Nuestra Señora del Huerto
Virgen del Huerto
A fines del siglo XV una devota mujer de Chavarri, en la provincia de Génova, mandó pintar sobre el muro de un huerto una bella imagen de la Madre y el Niño, en señal de gratitud por haber sido salvada del flagelo de la peste
En 1493 una grave epidemia de cólera azotó a la ciudad de Génova, alcanzando la vecina localidad de Chiavari donde María Turquina Quercio, piadosa mujer del suburbio de Rupinaro, prometió a la Virgen una señal de público reconocimiento si la mantenía inmune a la peste. Señal de agradecimiento
Superado el flagelo, María Turquina encargó al artista Benedicto Borzone pintar sobre un muro del huerto ubicado entre el Palacio de Gobierno y el puerto, una imagen de la Santa Madre y el Niño junto a San Sebastián y San Roque, santos protectores de los enfermos. La imagen debía ser venerada por los transeúntes que, en su diario trajín, no tenían tiempo de entrar al templo para orar.
Poniendo todo su empeño Borzone logró expresar de manera admirable la bondad de la Santísima Virgen y la fuerza de su protección, obteniendo el bello y colorido retrato que conocemos.
Con el paso de los años el huerto fue transformado en depósito y chiquero pero la bella pintura siguió allí, manteniendo su aspecto y tonalidad y llamando poderosamente la atención de quienes pasaban por el lugar.
En 1528 la peste volvió a castigar la Liguria, abatiéndose con especial fuerza en Chavari, hecho que acrecentó la devoción por la imagen. Por esa razón, las autoridades de la ciudad decidieron construirle un altar que permitiese a los fieles inclinarse y orar ante ella.
Apariciones y milagros La noche del 18 de diciembre de 1609, Gerónima Turrio, una lavandera del barrio de Rupinaro, rezaba frente a la Virgen cuando, repentinamente, la pintura comenzó a irradiar una luz intensa. El prodigio se conoció en los alrededores y al cabo de un tiempo, cientos de peregrinos comenzaron a acudir al lugar para implorar gracias.
La fama de Nuestra Señora del Huerto se vio reforzada el 2 de julio de 1610 cuando, en horas de la mañana, se le apareció a Sebastián Descalzo, un humilde poblador de las inmediaciones, quien en esos momentos caminaba desde su casa al suburbio de Carasco, recitando sus oraciones.
Transitaba Sebastián la plaza de la ciudad cuando vio frente a sí a la Virgen bendita luciendo un hermoso manto celeste. Poco después, comenzaron los milagros. Una rajadura que atravezó el muro de un extremo a otro de la pintura, se reparó sola, sin la intervención de ningún albañil. Otro día, frente a su imagen, dos enemigos acérrimos fray Miguel Raggio y Battino Marini, se reconciliaron dándose el abrazo de la paz y al cabo de un tiempo se producían curaciones, se solucionaban diferendos y se concedían peticiones, todo por medio de la Virgen del Huerto.
Santa Patrona de Chiavari El 7 de marzo de 1634 el Consejo de Gobierno de la ciudad declaró a la Virgen del Huerto patrona de la población y del distrito de Chiávari y el 8 de septiembre el sector de la pared donde se hallaba pintada la imagen fue trasladado al Altar Mayor del santuario, inaugurado el año anterior.
En 1769 Nuestra Señora del Huerto fue solemnemente coronada con oro del Capitolio Vaticano y su iglesia entregada a la congregación de los Carmelitas Descalzos quienes la tuvieron en su poder hasta 1797, cuando al proclamar Napoleón la República Ligur, se alejaron. En 1892, instituida la nueva diócesis de Chiavari, S.S. León XIII elevó el santuario a Catedral designando dos años después a su primer obispo, Monseñor Fortunato Vinelli. El 3 de julio de 1907 San Pío X la elevó a Basílica
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Hijas de María Santísima del Huerto
En 1829 San Antonio María Gianelli, obispo de Bobbio, se inspiró frente a la sagrada imagen para fundar la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, venerable instituto que, desde Italia y España hasta Palestina y la India, pasando por América del Sur y las tierras del Congo, difundió por el mundo su sagrada devoción.
Oración a Nuestra Señora del Huerto
¡Oh, María del Huerto! Madre piadosísima, dignaos aceptar benigna la pobre ofrenda de nuestros obsequios y oraciones que, como hijos amantes, venimos a ofreceros.
Dignaos inclinar vuestros oídos a nuestras humildes súplicas para que no sea vana la confianza que en Vos ponemos, seguros de obtener de vuestro divino Hijo el perdón de nuestros pecados y el favor particular que solicitamos por vuestra poderosa mediación.
Alcanzadnos a todos la gracia de la perseverancia final, viviendo y muriendo como verdaderos hijos vuestros, para poder bendecir y alabar a Dios eternamente y ensalzar para siempre vuestras misericordias en el Huerto dichoso de la Jerusalén celestial. Amén.
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